Dos oros y un bronce Crece el medallero local
Hubo títulos en boxeo y básquet 3x3 y podio para el beach volley en los Juegos de la Juventud, que terminan hoy.
Son 382 los kilómetros separan a Villaguay, esa ciudad entrerriana donde dio sus primeros pasos, del Parque Olímpico de Villa Soldati, escenario que lo vio llegar a lo más alto de su carrera. El hombre en cuestión es Brian Arregui: el nuevo campeón olímpíco del peso welter en los Juegos de la Juventud. Porque a pesar de contar con apenas 18 años y más allá de golpear con una fiereza admirable -esa que padeció el marroquí Yassine Elouarz, a quien superó en fallo unánime por 5 a 0- debió configurarse prontamente como tal fuera del ring y no por cuestiones boxísticas, materia por la que, merecidamente, se instaló por estas horas en boca de todos.
Detrás de esta medalla de oro -la 11ª para la misión argentina- que encan- dila cuando las luces del Pabellón Oceanía se funden en su pecho y dan cuenta de su éxito en Buenos Aires 2018, hay mucho camino recorrido. Y uno promisorio por transitar.
Algunos golpes duros y otras alegrías de las grandes acompañan el elixir deportivo que lo invade. “Si me pegan es por algo y bueno, acá está…”, comenta Arregui aún con las pulsa- ciones a mil, señalando la medalla y otorgándole un doble sentido a sus declaraciones. Ocurre que perdió a su padre cuando tenía 8 años. Y poco tiempo después comenzó a boxear. Quizá para borrar a puño limpio esa impotencia que se le incrusta en el pecho y resulta difícil de remover. Pero la vida le hizo un guiño a sus 17 años y trajo al mundo a Briana, su pequeña que es el arma secreta cuando todo parece cuesta arriba. “Es la que me motiva día a día; verla a ella crecer y cada mensaje que me manda a la mañana me da fuerza. Cuando no puedo seguir, me levanta el ánimo”, relata emocionado.
“En las tres peleas que hice la gente jugó un papel fundamental por el aliento; pero ese aliento fue no sólo a mí sino a todos los deportistas argentinos”, repasa en la conversación con Clarín. Y vuelve rápidamente a situarse en modo campeón cuando dice que “todavía no caigo pero con el correr de los días me daré cuenta. No me lo imaginaba”.
La bandera argentina se iza en lo más alto y el Himno eriza la piel de cada uno de los presentes alrededor del cuadrilátero. Para el protagonista principal no es la excepción, claro. “No tengo palabras para describir el momento en el que estaba en el podio. Que mi entrenador, el único que confió en mí cuando arranqué, se emocione de la manera en la que lo hizo me llena el alma”, asegura.
Un cúmulo de sensaciones atraviesan al joven argentino post consagración. La lejanía de los últimos meses de su familia es una de ellas. Como un boxeador experimentado entendió que el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo de Núñez debía ser su nueva casa para encarar la parte final de su preparación. Al menos desde enero hasta sus días de gloria. “Tuve que dejar muchas cosas de lado. Todo el sacrificio que hicimos se volcó arriba del ring y pudimos ganar la medalla dorada”, analiza.
Pero lo que más lo conmueve son sus afectos, aquellos a los que acudió para celebrar juntos en un abrazo interminable mientras el público le regalaba la enésima ovación de la tarde. “Estoy feliz porque este momento lo estoy viviendo junto a mi familia, mis compañeros de equipo y mi entrenador. No tengo palabras. Este es el comienzo de muchas cosas lindas”, anticipa con una sonrisa indisimulable.
Mientras responde -ya más relajado, con la guardia baja- a las innumerables preguntas que le disparan constantemente, Arregui se anima a las predicciones. “Creo que va a ser el momento más feliz de toda mi carrera”, pregona. Momentos antes había expresado: “Ganar una medalla no te hace campeón sino que es el resultado de cómo te sacrificas día a día en el gimnasio”. Con sus palabras, entra en una contradicción lógica producto de sus convicciones. Vaya si vale la pena entrar en la duda: es imposible aseverar cuán alto llegó en Buenos Aires 2018 si el futuro del campeón acaba de comenzar. ■