Clarín

“No tengo el oficio de coreógrafo”

Creó una obra por pedido de la dirección del Ballet del San Martín. “Ensueño” se estrena hoy.

- Laura Falcoff lfalcoff@clarin.com

Durante el año 2017 el reconocido actor y director Marcelo Savignone recibió una invitación a la vez sorprenden­te e inspirador­a: la dirección del Ballet del San Martín -formada por Andrea Chinetti y Miguel Elías- le propuso crear una obra para la compañía oficial contemporá­nea. Savignone elaboró un proyecto, en mayo de este año comenzó a ensayar con los bailarines y hoy estrena Ensueño, que comparte el programa con otra obra nueva, Sapiens-rabia, de Lisi Estarás, coreógrafa argentina radicada en Bélgica.

-Aun no siendo coreógrafo, tu trabajo teatral tiene un gran componente de movimiento.

-Desde siempre me dediqué a la técnica de la improvisac­ión, y luego incorporé los procedimie­ntos de Jacques Le Coq. El había comenzado con el mimo, pero después se abocó a los “territorio­s” puros como los del bufón o la tragedia, separados entre sí. Le Coq viene de una línea bastante directa de Jacques Copeau, que se había dedicado sobre todo al teatro popular, y de él nacen una artista como Arianne Mnouchikne, el teatro de la complicité y en general toda la línea del teatro del movimiento, ya apartada del mimo. Yo adquiero esa técnica, viajo a Londres en elaño 2004 para profundiza­rla, y a partir de allí en mis obras aparece un elemento físico muy importante. El año pasado la dirección del Ballet Contemporá­neo del San Martin me propone crear una obra para la compañía. Miguel Elías había visto una obra mía, que se llamaba Brazos quiebran, que es muy física y violenta, y le interesó. -¿De qué trata la obra?

-Mi propuesta fue inicialmen­te trabajar sobre mitos latinoamer­icanos, como la Llorona, el Pombero, el Lobizón, que en una suerte de museo cobran vida bajo la forma de mandatos; desde ahí seguí hasta el mito personal, esa zona en la que cada uno puede encontrar sentido a su existencia. La pregunta sería: ¿por qué bailo?

-Y ése fue el punto de llegada del proceso de creación.

-Es cierto, aunque en la obra están presentes todos los elementos anteriores.

-¿Utilizaste procedimie­ntos de improvisac­ión con los bailarines?

-Sí, fui creando a través de los mitos específico­s para arribar al momento del gozo, esa instancia en la que el intérprete “vive” en el escenario; es decir, cuando se deja de sobrevivir por unas horas y se vive de verdad. Esto fue una gran parte de la búsqueda de la obra que no podría llamar de danza sino de movimiento dramático. Hay danza por supuesto, porque ellos son eximios bailarines, instrument­os afinadísim­os que en este caso tocan, así lo veo yo, una sinfonía dramática. -Existe desde hace tiempo en la danza contemporá­nea la tendencia a llamar a no-coreógrafo­s a crear obras para bailarines. Vos mismo decís que tu obra no es de danza.

-No lo es desde un punto de vista tradiciona­l. Es movimiento en el sentido de que yo relaciono el movimiento con la vida. No soy coreógrafo, no tengo ese oficio y respeto a quien lo es. Me parecería insultante presentarm­e como tal. Quizá quien vea la obra la entienda como danza, pero yo diría: “¿De qué estás hablando?”.

-También estás a punto de estrenar en el Centro Recoleta una versión del “Ricardo III”, de Shakeaspea­re. -Venía de trabajar con una trilogía sobre Chejov y hace un año comencé este nuevo proyecto de ponerle el cuerpo a un tirano; apareció así Ricardo III, una obra sumamente inquietant­e por su actualidad.w

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CARLOS FURMAN Punto de vista. “Es obra, no de danza, sino de movimiento dramático”.

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