Lollapalooza Chicago 2018: el valor de una marca global
El consagratorio festival creado por Perry Farrell volvió a su cuna y confirmó cómo le cambió la cara a este tipo de eventos. Territorio natural de los millennials, la cita convoca música y tendencias. En marzo de 2019 estará otra vez en San Isidro.
Cuatro días intensos, bajo un sol radiante y a expensas de un calor que apenas lograron mitigar los puestos de hidratación y los ventiladores humectantes dispersos en el predio del Grant Park de Chicago, donde desde el jueves y hasta el domingo se llevó a cabo la 14° edición local del Lollapalooza. Cuatro días durante los cuales la experiencia volvió a convocar a multitudes -unas 100 mil personas por día- y a demostrar que la idea que Perry Farrell puso en marcha en 1991 muestra una salud envidiable. Por lo pronto, en marzo del año próximo la versión argentina tendrá una nueva edición, que se extenderá entre el 29 y el 31 de marzo en el Hipódromo de San Isidro, y en junio Suecia se incorporará al itinerario del festival global más exitoso del mundo. Pero claro que nada de todo esto sucede por generación espontánea, sino por algunas claves que hacen que el paso del tiempo, en este caso, potencie las posibilidades de la propuesta.
1. Una marca que no defrauda
A esta altura, Lollapalooza acredita un standard de calidad que se replica con cambios mínimos en cada sede del planeta del planeta. Aquí, en Chicago, es difícil encontrar diferencias sensibles con la versión argentina en cuestiones de organización y prestaciones, y el resultado artístico da claramente a favor. Para muestra, vale repasar lo sucedido en esta ciudad durante los últimos cuatro días, con más de 200 grupos y solistas en escena, y con varios puntos altos, entre ellos Jack White, Bruno Mars, St. Vincent (ver Cinco grandes...), que potencian la confianza del público como para adquirir sus localidades anticipadas aún sin saber la grilla.
2. La música está ahí para quien quiera escucharla
A diferencia de los viejos festivales, en los que el público estaba casi obligado a permanecer en un lugar viendo pasar bandas y solistas por un escenario en el que todo se detenía durante un buen rato para adaptarlo al siguiente número, el Lolla ofrece la posibilidad de ir de un escenario a otro, sin permanecer cautivo de una sola posibilidad. En ese sentido, haber tenido aquí a Arctic Monkeys y Travis Scott (el jueves), The Weeknd y Vampire Weekend (el sábado), y a Jack White y Odesza (el domingo) sonando al mismo tiempo -el versus entre Bruno Mars y The National fue tan desigual que no rankea en esta lista-, más el ocupante de turno del escenario Perry’s, permitió que cada uno eligiera su postre preferido para coronar un menú diario con múltiples opciones.
3. Renovarse es vivir
A pesar de su ya larga trayectoria, el Lollapalooza parece no sufrir el paso del tiempo. Al contrario, aquí también
el millennialismo y el centennialismo fueron apabullante mayoría, convocado por una extensa lista de nombres como Borns, Tyler The Creator, los propios Travis Scott, The Weeknd y Mars, Dua LIpa, Khalid, Billie Eilish y la lista sigue. No en vano, con sus 50 años, el rapero LL Cool J marcó el tope etario, seguido por Matt Berninger (47) de The National, y de más lejos por White (43). En ese sentido, es evidente el modo en el que el hip hop, el R&B, la electrónica, el rap y otras expresiones desalojaron al rock del escalón más alto del
podio. “Me encanta ir por el festival e ir a ver al próximo gran artista, que suba al escenario y ahhhhh... Lo sentí anoche con Travis Scott, tiene la energía correcta, es salvaje, groovy y sexy, y todos estaban conectados con él y fue hermoso. El otro día descubrí el
emo-rap. Nunca había escuchado algo así y está muy bien, con melodías y un poco dark (risas). Por eso este lugar sigue siendo tan divertido”, le decía Perry Farrell el viernes a Clarín.
4. Si buscan aguante, pasen de largo
El concepto Lollapalooza, que incorporó al universo festivalero una mirada que está en las antípodas del famoso “aguante”, incluye una serie de comodidades y atracciones que habrían sido impensadas no tantos años atrás. Juegos y entretenimientos de distintos tipos, espacios de relax, estaciones dedicadas al cuidado estético y el ya clasiquísimo Kidzapalooza más una atractiva oferta más por la variedad que por los preciosgastronómica, se combinan de tal manera que la estadía a lo largo de las alrededor de 12 horas que dura cada jornada se haga más que llevadera. Al fin de cuentas, por momentos no es tan descabellado pensar en una especie de Parque Disney de la música. “Cuando más naturaleza hay en un lugar en el que se escucha música, mejor es la experiencia. Creo que la tierra misma ama la música. Puedo sentir que es una conductora del sonido, de alguna manera. Aquí, en Chicago, encontré un hermoso balance que Buenos Aires también lo tiene, con sus edificios viejos preservados, las iglesias… Amo eso, el arte de la ciudad. Me encanta pasar el tiempo allí”. Palabra de Farrell.
5. Con la tecnología a favor
Nada mejor, cuando se va a disfrutar de una banda o un solista preferidos, que poder escucharlos y verlos más o menos bien. Nada peor, por supuesto, que ser espectadores de una pantallita insuficiente y víctimas de un sonido deficiente. Y si hay algo que aquí en Chicago no admite reclamos, son esos dos canales vitales para disfrutar de un show. Además, la posibilidad de comprar con la pulsera, de seguir las programaciones de cada escenario a través de una aplicación, y de “sentirse parte de la experiencia”, son virtudes que el festival creado por el ex Jane’s Addiction mantiene perfectamente actualizadas. ¿Que son estrategias para que la gente consuma más? Negocios son negocios, y la música también lo es.w