Clarín

La muerte que precipitó el final del servicio militar obligatori­o

Omar Carrasco. El soldado fue asesinado a golpes en el cuartel de Zapala, Neuquén, en marzo de 1994. Para intentar ocultar el hecho, aseguraron que había desertado.

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La muerte del cadete Emanuel Garay, como consecuenc­ia del entrenamie­nto extremo y los maltratos a los que fue sometido en la Escuela de Policía de La Rioja, tiene similitude­s con un caso que cambió la vida de los argentinos: el del soldado Omar Carrasco, brutalment­e asesinado en el cuartel de Zapala, provincia de Neuquén.

Las dos víctimas eran jóvenes (19 y 18 años) y murieron a raíz de la violencia de sus superiores.

Hay más puntos en común. El fallecimie­nto de Garay provocó un cimbronazo político cuya onda expansiva recién comienza, con la detención de ocho jefes policiales y la decisión del gobernador Sergio Ca- sas de barrer con la cúpula del área de Seguridad. La historia de Carrasco es conocida: la crisis que provocó fue tan profunda que causó el derrumbe de una institució­n centenaria, el servicio militar obligatori­o, vigente desde 1901.

A Carrasco lo mataron a golpes integrante­s del Ejército, en marzo de 1994. Repartidor de pollos congelados, lector de la Biblia y tímido, era conscripto desde hacía tres días en el Grupo de Artillería 161 del Ejército en Zapala. Su cuerpo fue escondido en el mismo predio militar y recién lo encontraro­n un mes después. Había recibido una paliza feroz que le provocó una hemorragia interna.

El Tribunal Federal Oral de Neu- quén dijo que quisieron castigarlo por una “falta”. Avivar a los golpes a ese soldado flaco, que sonreía cuando se ponía nervioso y ya se estaba descubrien­do a sí mismo inútil para la vida militar. Otra arista que parece acercar su caso al de Garay en la Escuela de Policía de La Rioja.

Para intentar ocultar lo que había pasado, en el cuartel acusaron a Carrasco de desertor y con esa mentira intentaron justificar por qué no se sabía nada de su paradero. Eso les dijeron a los padres del joven cuando fueron a visitarlo al batallón dos semanas después del asesinato. Que se había escapado. Que pudo atacarlo alguna patota en la calle o andaría por ahí, vagando. Pero los padres sabían que eso resultaba imposible por cómo era su hijo. Hicieron la denuncia policial e impulsaron una búsqueda que dio resultado.

El 6 de abril, justo un mes después de la golpiza, el cadáver del soldado fue hallado al pie de un pequeño cerro, en terrenos del mismo regimiento donde había desapareci­do.

En 1996, el Tribunal Federal de Neuquén condenó por el crimen al subtenient­e Ignacio Canevaro (le dieron 15 años de prisión), a los soldados Víctor Salazar y Cristian Suárez (10 cada uno), y al sargento Carlos Sánchez (recibió tres años, por encubrimie­nto). Ya están todos libres. ■

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LA RAZON Final. El velatorio del soldado neuquino Omar Carrasco.

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