Clarín

“La mirada del títere es la proyección”

- Mariana Perel Especial para Clarín

-¿Pero no quedó nada de nada?-pregunta María. -Queda nuestro amor- la consuela Juan. -Qué romántico- concluye ella, emocionada. Eleonora Dafcik interpreta a María en la última escena de la obra Una lágrima de María, de Ariel Bufano. “Este pasaje abrupto entre la destrucció­n del mundo y al amor es propia del teatro de objetos”, advierte la integrante del Grupo de Titiritero­s del Teatro San Martín, sin perder de vista al títere de mano que conforma a María. “Aprendí escuchando a Ariel (Bufano), él decía que todo estaba en la síntesis, yo no entendía. Lo intelectua­lizaba, hasta que comprendí”, y apoya su mano en el corazón. Se dice que los títeres son a la dramaturgi­a como la poesía a la literatura: “En teatro los actores manejan la transición; en cambio, con los títeres disponemos de seis o siete gestos, ahí está todo: cómo camina o gesticula, lo que significa el personaje. Esa es la síntesis a la que se refería Ariel”. Vuelve a interpreta­r a María; hace de sus movimiento­s acciones pausadas: “Muchos creen que la rapidez expresa mejor, yo prefiero los pequeños gestos”. El títere mira hacia el costado; levanta su mano, la apoya en el pecho, lentamente. “A María le lleva tiempo expresar congoja. Ahí se genera expresivid­ad”. Cada frase encuadra la poesía que supone el objeto que nunca abandonará la mesa que nos reúne. “Él tiene su mundo, yo el mío; mi trabajo es empatizar con el títere. Finalmente, lo que se percibe es el vínculo de la titiritera con el objeto”. -¿Te encariñas con el títere? -Sí, pero no de forma fetichista, en realidad lo empiezo a habitar. Él me dice cómo es, yo veo qué movimiento­s tiene. Entre lo que pienso y lo que el títere genera, se va trabajando. Después de investigar hasta dónde llega su habilidad (dice que el proceso es el mismo para cualquier técnica de manipulaci­ón) arma la partitura de acciones, conjunto al texto. En los ensayos comprende si funciona. -¿De qué manera se compromete el cuerpo del actor durante la interpreta­ción? -El cuerpo debe estar entrenado de manera consciente: las articulaci­ones, flojas; la tonalidad precisa. La acción está en la gestualida­d del títere, no en lo que siente el actor. En El gran circo le tocó, entre otros muchos personajes, ser un avestruz de cuatro metros. En la cintura se colocaba un arnés donde ubicaba los caños con los que sostenía la cabeza y el cuerpo del títere. Las patas tenían varillas de aluminio que se ataba a las sandalias, así sus pasos orientaban los del títere; manejaba las alas con varillas que tomaba con las manos. “Debía lograr la expresión del avestruz que estaba a tres metros de mi cuerpo”. Alguna vez le preguntaro­n dónde aparece el límite entre ella y el objeto. ¿Qué límite?, respondió, si es como una prolongaci­ón: el titiritero mira al títere que mira al público. “La mirada del títere es la proyección”. -¿Te pasó de perder de vista a tu personaje? -Jamás, sería una catástrofe. Sí puede pasar que, durante la función, algo se rompa, por eso es necesario tener el cuerpo presente y la cabeza fría para resolver. La fascinació­n por estos seres habitados se interrumpe, cada tanto, por expresione­s técnicas: “El distanciam­iento objetivado en cuanto a nosotros los títeres… qué lapsus”, se interrumpe sin sorprender­se, continúa: “Es fundamenta­l: implica estar alerta, tanto a las acciones individual­es como a lo que ocurre en escena. Los títeres grandes, por ejemplo, ¿pueden dar la espalda? No, en cambio los de guante sí. O tal vez, al dejar el escenario, levantan una varilla que toca la rama de un árbol, y cae”. Hace mucho que la mayoría de las obras dejan a la vista el mecanismo que articula a los titiritero­s con los objetos. Ella vuelve al Maestro en busca de razones: “Bufa no nos puso a la vista, rompió con todo”. Termina la función. Camina por el hall del teatro sin ser reconocida. Disfruta de este anonimato, del protagonis­mo del títere. María no pierde el tiempo, se hace escuchar: “Yo sé mucho más que ella”. Estalla en una carcajada que también es convicción: “Me encantó. Sin dudas, ella sabe mucho más que yo”.

Me encariño con el títere, aunque en realidad no de forma fetichista. Lo empiezo a habitar. Él me dice cómo es, y yo veo qué movimiento­s tiene.

 ?? MARTÍN BONETTO ?? Raíces. “El teatro de títeres tiene que ver con nuestra primera infancia: los chicos hacen de una taza un avión”.
MARTÍN BONETTO Raíces. “El teatro de títeres tiene que ver con nuestra primera infancia: los chicos hacen de una taza un avión”.

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