Una bocanada de aire al gobierno británico, luego de febriles negociaciones
El gabinete de Theresa May celebró el acuerdo. Para la premier, las concesiones son por el bien del Reino.
Alivio en Gran Bretaña. “En nombre del interés nacional” y tras una larga noche en vela, la primera ministra Theresa May cedió y aceptó las condiciones de la Comisión Europea en Bruselas para un Soft Brexit, a condición de poder llegar a las negociaciones del acuerdo comercial, la segunda fase del divorcio europeo. La shakesperiana tragedia del Brexit logró algo insólito en el dividido reino: un reconocimiento a una premier tan débil como obstinada de “Remains” pro europeos y desconfiados “Brexitiers” y una bocanada de oxígeno para las empresas, que sufrían la incertidumbre.
Theresa May renunció sobre los principales puntos del divorcio Gran Bretaña-Unión Europea a cambio de conseguir “los progresos suficientes”, necesarios para el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, para pasar a la segunda fase de la negociación: las futuras relaciones comerciales con la UE.
“El acuerdo ha exigido concesiones de los dos lados pero es en el mejor interés de Gran Bretaña. Es justo para el contribuyente británico y preserva la integridad de Reino Unido”, dijo May, a la hora de las explicaciones.
En el camino de esta angustiante negociación entre gallos y medianoche, “la ambigüedad” constructiva para unos y otros domina el texto. Oficialmente el acuerdo garantiza los derechos de los ciudadanos europeos en Gran Bretaña y los británicos en la UE, establece la cuenta del divorcio entre 40.000 a 45.000 millones de euros y asegura que no existirá una frontera entre Irlanda del Norte y del sur para proteger el acuerdo del Viernes Santo, que garantiza la paz tras la guerra civil de 32 años en el Ulster. Pero el diablo está en los detalles del acuerdo.
El bloqueo sobre la frontera de Irlanda consiguió ser destrabado pero a gran costo para Gran Bretaña. En el párrafo 50 está la amplitud de la concesión británica y el riesgo para la integridad de su reino. Señala que Irlanda del Norte puede mantenerse en la unión aduanera europea y en el mercado único si no se encuentran otros mecanismos y sus ciudadanos mantener la nacionalidad europea. Un antecedente que ya comenzó a apoyar la primera ministra escocesa Nicola Sturgeon, ferviente europea, para Escocia, y el alcalde Sadiq Khan para Londres, para aplicarlo ellos. Quieren que “los acuerdos particulares para Irlanda del Norte sean abiertos a otros naciones del reino”.
Los ciudadanos británicos en Europa están furiosos al igual que los europeos en Gran Bretaña. Su posición sigue estando en un limbo porque hay ciertas especificidades fundamentales de sus derechos que quedaron envueltas en generalidades. No está garantizado el libre tránsito en Europa para los británicos, cuando muchos viven en Francia y trabajan en Gran Bretaña o un británico vive en Francia y trabaja en Bruselas.
El dividido gabinete de Theresa May salió a apoyar su gestión, sin distinciones entre “Brexitieres” y partidarios del “Remain” (permanecer). ■