Gigliotti aportó un doblete para dejar atrás todos los fantasmas
A tres años de aquel penal errado ante River, el Puma tuvo una noche soñada. Y ya se imagina la final.
“No es una revancha”, repetía con paciencia Emmanuel Gigliotti en la previa del partido de ida contra Libertad ante la reiterada pregunta que hacía referencia a esa chance concreta de volver a jugar una semifinal de la Copa Sudamericana después de ese fatídico Superclásico que lo marcó para siempre. No habrá sido una revancha, pero de seguro que se habrá sacado un par de clavos que le estaban pinchando el alma el delantero de Independiente. Por esos dos goles que condujeron al Rojo a la final, claro.
“Fueron dos jugadas que laburamos (sic) toda la semana, los centros de Maxi (Meza) y Gastón (Silva). Y el tercero fue especial, llegó en un momento difícil porque nos habían convertido y el 2 a 1 nos dejaba afuera”, dijo el goleador de la noche.
Esta vez sí, Puma. Esta vez fue una fiera en el área rival. Esta vez se devoró la marca dura de los defensores centrales de Libertad para pegar un doble rugido que intimidó a los fantasmas del pasado, aquellos que aún se animaban a desafiarlo tres años después. El 27 de noviembre de 2014, Marcelo Barovero se convirtió en su verdugo al atajarle un penal que sería decisivo para la clasificación de River a la final de este mismo certamen. Y ese tiro malogrado desde los doce pasos, con el Monumental como testigo, condenó su futuro en Boca y lo llevó a refugiarse en el fútbol de China. Tuvo que exiliarse del otro lado del planeta, Gigliotti. Lejos de las gastadas de los hinchas de River y de los reproches de los de Boca.
Ayer, en la misma instancia de la misma competencia y con el escudo de otro grande en el pecho, el goleador tuvo su desquite. Y este “desafío”, tal como él mismo lo definió, no era
menor. La presión bien podría ser parecida a la de sus tiempos boquenses. Porque Independiente se jugaba el partido más importante de sus últimos siete años -tal cual diagnosticó Ariel Holan- en un Libertadores de América que nada tuvo que envidiarle a aquellas viejas noches coperas de la Doble Visera. Y sobre su lomo aguantó la responsabilidad de tener que responderle al técnico que confió en él aún con el gran clásico que había hecho Leandro Fernández, con gol incluido, el sábado en el Cilindro.
“Hay mucho feeling entre la gente y los jugadores. Jugamos bien, hicimos goles. Al hincha de Independiente, sobre todo al más grande y salvando la distancia, le hace recordar a un equipo que ganó todo”, agregó el Puma, que estuvo a la altura. Era el partido que necesitaba y le llegó en un momento candente. No había podido recuperar el nivel tras la operación de hernia, el 5 de julio. Más allá de algún gol esporádico, su labor no era regular. El tiempo y los minutos de fútbol le fueron devolviendo agilidad y, lo fundamental, el olfato. Anoche le marcó un doblete a Libertad, que en toda esta edición de la Copa sólo había sufrido dos tantos en su valla.
“La verdad, tanto Flamengo como Junior son dos equipos que juegan bien. Pero ahora quiero disfrutar”, cerró el atacante, que hizo simple lo difícil. Y produjo el delirio de los hinchas, que por fin disfrutaron una actuación de gran magnitud. ■