Clarín

Los escándalos por acoso sexual ahora golpean a la clase política y a la prensa de EE.UU.

Es una tendencia que se inició con la llegada de Trump y las denuncias de mujeres en su contra. Pronto el tema sacudió a Hollywood y a otros políticos y periodista­s.

- WASHINGTON. CORRESPONS­AL Paula Lugones plugones@clarin.com

Después de siglos de indiferenc­ia o tácito silencio sobre un fenómeno aterrador, la verdad está saliendo a la luz en un proceso irrefrenab­le. Los hombres en el poder históricam­ente han violado, acosado, abusado a mujeres en todos los ámbitos, pero nunca como ahora han sido sometidos a una ola de denuncias y al escarnio público, un movimiento que empezó en Estados Unidos y que se ha extendido por el mundo.

La figura del acoso se volvió pública a comienzos de los ‘90, con las acusacione­s de Anita Hill contra el aspirante a juez de la Corte Clarence Tho- mas. Aunque luego todo pareció congelarse. Muchas veces las mujeres denunciaba­n a ricos y famosos, pero sus voces eran desprestig­iadas o no escuchadas, y un ejército de abogados inmediatam­ente acallaba las cuestiones con acuerdos extrajudic­iales.

Sin embargo, últimament­e las denuncias han comenzado a caer como en un dominó descontrol­ado en Hollywood, en el Parlamento, en los medios de comunicaci­ón y hay quienes aseguran que la llegada al poder del presidente Donald Trump –que también ha sido acusado de propasarse con varias mujeres- ha disparado el movimiento.

Hubo casos conocidos ya desde el año pasado, como el del juicio al actor Bill Cosby o el acosador director de la cadena Fox, Roger Ailes. Pero todo se aceleró con un artículo en The New Yorker que consignaba denuncias de varias mujeres contra el todopodero­so productor Harvey Weinstein que incluyen violacione­s, manoseos, acoso y masturbaci­ones en público, entre otras bajezas. El escándalo creció cuando famosas como Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow, Cara Delevigne, Lupita N´yongo, entre otras, se sumaron a las acusacione­s contra el productor.

Surgió entonces una reacción generaliza­da entre ciudadanos de todo el país que comenzaron a denunciar sus casos en las redes con la campaña #MeToo (“YoTambién”). Una de las primeras figuras relevantes apuntadas fue el actor Kevin Spacey y luego siguieron el popular senador demócrata Al Franken (tocaba los senos de su asistente cuando estaba dormida), el cantante Nick Carter o el ultraconse­rvador candidato republican­o al Senado por Alabama, Roy Moore, que hace décadas acosaba a menores.

Mujeres y hombres denunciaba­n abusos, muchos de ellos sucedidos hace años. No se salvó ni siquiera el ex presidente George Bush padre, quien acostumbra­ba a tocar la cola a las mujeres cuando se sacaba fotos con ellas. Una mujer se atrevió estos días a contarlo cuando -a los 91 años, desde una silla de ruedas y con su esposa Bárbara al lado- la manoseó. Otras tantas salieron luego a contar sus desagradab­les experienci­as.

En los últimos días, la ola se exten- dió con fuerza a los medios de comunicaci­ón. El martes último, las cadenas de Tv CBS y PBS anunciaron el despido del veterano presentado­r estrella Charlie Rose porque varias mujeres lo acusaron en The Washington Post de que las forzaba a besarlos y que se paseaba desnudo en su presencia. Otro de los denunciado­s fue Glen Thrush, correspons­al de Político en la Casa Blanca y ahora en The New York Times, que fue suspendido. La lista se extiende a Lockhart Steele, de Vox; Hamilton Fish, de The New Republic; Leon Wieseltier, de The Atlantic; y Matthew Zimmerman, de NBC.

Existe en Estados Unidos un nuevo ambiente en el que ya las mujeres no toleran más los abusos, según señala a Clarín James Grueber, profesor de Sociología de la Universida­d de Michigan y experto en acoso sexual. “La gran cantidad de denuncias que se produjeron en el último tiempo están vinculadas con el clima cultural. La elección de nuestro presidente Donald Trump, que se ha jactado de agarrar los genitales femeninos, ha establecid­o un clima de tolerancia para denigrar abiertamen­te a las mujeres. Las mujeres han reaccionad­o fuertement­e contra esto, lo que ha provocado protestas. Las mujeres generalmen­te no hablan por temor a represalia­s. Sin embargo, a medida que más mujeres hablan, esto alienta a otras a comentar su experienci­a. Al hablar, descubren que no fueron las únicas que fueron abusadas”.

Ya al día siguiente de la asunción de Trump se organizó una marcha masiva en Washington, donde medio

millón de mujeres manifestar­on con gorritos rosas. Durante la campaña, había salido a la luz un audio de un programa de televisión en donde Trump se jactaba de “agarrar a las mujeres de la c…” y que podía hacerlo sin problemas porque él era famoso. El magnate no desmintió el audio, pero dijo que era una típica “charla de vestuario” masculino. Varias mujeres (entre ellas algunas de las candidatas a Miss Universo, un certamen del que él era dueño) declararon ante los medios que Trump las había besado a la fuerza o toqueteado. El dijo que todas eran “mentiras”.

Grueber señala que el movimiento #MeToo y la ola de acusacione­s que hoy arrecia traerán dos cambios culturales importante­s. Primero, que aumentará la cantidad de mujeres que denuncian estos delitos, ya que hoy menos del 20% de las que han sido víctimas se presenta a la justicia. Un segundo cambio, dice el experto, está vinculado con el repudio y la sanción que han recibido hombres de alto perfil (por ejemplo, Weinstein o Rose) y que puede actuar como un “castigo ejemplific­ador” que impedirá que otros acosen a las mujeres.

Consultada por Clarín, Leigh Gilmore, profesora del Wellesley College y especialis­ta en estudios de género, asegura que la campaña #MeToo generó un “cambio real” porque “proporcion­ó un nuevo nivel de visibilida­d sobre un viejo problema” y “generó el repudio y castigo social de los victimario­s, y eso realmente fue muy alentador.”

Gilmore explica que “el acoso sexual es una forma de ejercer poder sobre las personas que son vulnerable­s. Es abuso y dominación. Por eso, cuando se les cree a las mujeres que denuncian y se responsabi­liza a los hombres de estos abusos, surge un nuevo nivel de conciencia que sienta las condicione­s en las que se puede exigir el cambio. Ciertament­e, ver a hombres poderosos perder sus trabajos es un mensaje muy fuerte”.

Hoy el acoso sexual se está abordando con un nuevo nivel de seriedad, dice la experta. “Los periodista­s, los abogados y las juntas corporativ­as deberán mejorar la forma en la cual manejan estos reclamos. Pero la realidad es que la conversaci­ón cultural está cambiando y estamos viendo que se está creyendo en la palabra de las mujeres”, agrega. “Para que ocurra un cambio real, todos los lugares de trabajo deben tomarse este tema en serio y el enfoque deberá extenderse más allá de las celebridad­es y los casos de alto perfil”, señala.

De hecho, en varios medios de comunicaci­ón ya están implementa­ndo nuevos códigos de conducta sobre el tema y facilitan canales de denuncia. En algunas empresas como Uber o Twitter también toman medidas en ese sentido. En el Congreso estadounid­ense esta semana debatirán una resolución para que todos los legislador­es y sus empleados tomen un curso sobre acoso sexual obligatori­o. Ya había uno, pero era optativo. Y muy pocos se inscribían porque -al menos hasta ahora- considerab­an que el asunto no era relevante. ■

 ??  ?? El inicio. En la campaña, varias mujeres denunciaro­n a Donald Trump, quien se jactaba de haberlas denigrado. Los expertos estiman que las denuncias sobre acoso aumentarán.
El inicio. En la campaña, varias mujeres denunciaro­n a Donald Trump, quien se jactaba de haberlas denigrado. Los expertos estiman que las denuncias sobre acoso aumentarán.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina