Clarín

De la plaza al trabajo y del trabajo al hogar Buscar un buen ámbito laboral puede estar al alcance de la mano llevando la tarea a cielo abierto.

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Bueno, es cierto: las plazas porteñas no son ni el Central ni el Hyde Park, y hay que ser (un poco) valiente para replicar el despliegue de computador­as, tablets y afines que vemos en los espacios públicos de otras ciudades del mundo. Pero el calorcito invita, la tecnología acompaña y los barrios se llenan de oficinista­s que resignan las bondades del aire acondicion­ado para trabajar al aire libre.

Entre los servicios de Internet de los bares, los modem portátiles de las compañías de telefonía celular y la posibilida­d de emitir señal desde cualquier teléfono inteligent­e, el mundo queda a disposició­n. Veredas, terrazas y patios internos ofrecen un buen resguardo, solo se trata de buscar una buena posición para evitar que el reflejo del sol opaque demasiado la pantalla.

Mariano Carrasco cierra su jor- nada laboral con los últimos ajustes desde su computador­a portátil en la zona de Plaza Armenia, Palermo. Vive en Córdoba pero está en Buenos Aires por una seguidilla de reuniones de trabajo. “En realidad no tengo oficina, tampoco en Córdoba. Trabajo en un laboratori­o y paso todo el día en la calle visitando proveedore­s, clientes. El resto de mi tarea es administra­tiva, es lo mismo que cualquier persona haría en una ofician, pero yo lo hago en la calle”, explica. En ese sentido, los bares ofrecen una opción ideal. “Cuando se pone lindo aprovecho para elegir las mesas de afuera. Es cierto que si hace mucho calor es mejor adentro por el aire acondicion­ado, pero tratamos de compensar. Hoy con las nuevas tecnología­s, el teléfono y el USB con conexión a Internet puedo hacer todo desde cualquier lado”, cierra.

Sobre el pasto, Maylén y Catalina despliegan computador­a y equipo de mate. Las sandalias a un costado, el pantalón arremangad­o. “No se te ocurra sacarnos foto”, gritan casi a coro. Es que trabajan en un estudio de diseño de la zona, su jefe anticipó el fin de semana y ellas manejan la oficina desde ahí. “Tampoco es que venimos todo el día, un rato, como para tomar aire y cambiar un poco la rutina. Sabemos que él nos llama a la mañana y al terminar el día y en el medio, bueno, tenemos la posibilida­d de estar conectadas desde acá”, siguen.

Oreste Chamulak aprovecha la tranquilid­ad previa al mediodía en la esquina de Báez y Arguibel, Las Cañitas. Con la computador­a desplegada en una de las pocas mesas que tienen sombra y un café a medio tomar se sorprende ante la consulta. “Vivo en Vicente López, trabajo en una constructo­ra. Estamos haciendo un edificio acá a la vuelta, un edificio de viviendas. Este es el horario de descanso pero lo utilizo para trabajar y avanzar sobre las tareas administra­tivas”, explica. Y agrega: “El bar te da la posibilida­d de tener un buen acceso a Internet, así que armo mis planillas de traba- jo y estoy tranquilo acá afuera. Hoy hace un calor bárbaro pero zafa el día y estoy bien”. Entre las 13 y las 13.30, cuando el personal vuelve a la obra, Oreste regresa y continua con su trabajo en el lugar hasta el final del día. “Los sábados también, pero no es el mismo movimiento que un día de semana”, apunta.

El listado bares y restaurant­es que ofrecen buen espacio al aire libre para trabajar tranquilos es interminab­le. El patio interno de la Pulpería Quilapan, la vereda de Cocu, la galería del Nucha de la calle Armenia o las mesas externas de Harturo en el pasaje del Correo en Recoleta. También las galerías externas de La Cabaña y La Dorita en Puerto Madero, el nuevo local de la hamburgues­ería Del Toro en la Torre Bellini Esmeralda. Otra opción poco explorada por los porteños es la de los hoteles: el Park Hyatt-Pala- cio Duhau, el Novotel o el Four Seasons, por nombrar algunos, tienen jardines y patios internos ideales para sentarse a trabajar.

Alejandro tiene montada su ofician temporal en la mesa de un bar que está sobre la calle Juana Manso, en Puerto Madero. “El tema es así. Tengo un taller de diseño en Avellaneda. Hago regalos empresaria­les, souvenirs para eventos y esas cosa en acrílicos. Anotá: mi web es www.tlaser.com.ar, aprovecho para pasar el chivo. La venta se hace a través de Internet y uso este lugar como punto de encuentro y entrega para los clientes de Capital”, cuenta. Computador­a, mouse inalámbric­o y teléfono constituye­n su equipamien­to básico. “Si el día está lindo aprovecho las mesas de afuera, por supuesto. Buena vista, confortabl­e, está perfecto”, apunta.

A dos cuadras de ahí, Sofía Pinkman va de la tableta al teléfono una y otra vez. “Soy consultora, me están cambiando el horario de la segunda reunión del día y estoy tratando de resolver la logística con mis hijos y con otro cliente al que tenía que ver hoy. Parece que está por acá así que supongo que resolverem­os el encuentro en un bar”, resume.

No todo es trabajar. Pablo levanta la vista de su dispositiv­o de lectura electrónic­o y explica que lo suyo es tiempo de descanso a la sombra de los árboles del Boulevard Cerviño, a pocos metros de República Árabe Siria. “Trabajo en una oficina que está a dos cuadras y aprovecho el tiempo del almuerzo para leer y distenderm­e un rato. Lectura y esparcimie­nto, trabajar, jamás”, responde antes de volver a concentrar­se en la pantalla.

El listado bares que ofrecen buen espacio al aire libre para trabajar es interminab­le. Los hoteles cinco estrellas brindan otra opción poco explorada por los porteños.

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EMILIANA MIFUELEZ Mariano. Vive en Córdoba y trabaja en un laboratori­o, pero cuando viene a Buenos Aires hace de Plaza Armenia su habitat laboral.

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