La larga noche de Charly García
Una filmación casera, de valor testimonial: una velada de música, en el verano de 1994, junto al bigote bicolor.
En la semana de festejos por los 65 años de Charly García, llega un nuevo regalo para sus fanáticos: Existir
sin vos, documental de Alejandro Chomski que lleva un subtítulo por demás descriptivo y literal, Una no
che con Charly García. Eso es lo que muestra, ni más ni menos, esta película de una hora: una noche cualquiera del verano de 1994 junto al bigote bicolor. Es una suerte de Proyecto Blair
Witch de Charly: una filmación encontrada, casera, de no muy buena calidad, pero sí valor testimonial. Un registro audiovisual que viajó en la cápsula del tiempo desde aquellas épocas, tan cercanas y tan lejanas, en las que era impensable disponer de una camarita en la cartera de la dama o el bolsillo del caballero para hacer el video propio. Pero Chomski, cineasta, sí tenía una, y logró acceder con ella a la intimidad de un ensayo del gran personaje del rock nacional.
Casi todo sucede dentro del búnker que Charly tenía en Fitz Roy y Córdoba, un estudio semi improvisado en un PH en la frontera entre Palermo y Villa Crespo. Durante toda la noche, él y su banda del momento ensayan ahí una misma canción, Existir sin vos. Que iba a integrar La hija de la lágrima, pero todavía permanece inédita (hay rastros de ella en No Sugar, que sí formó parte de ese disco).
Una y otra vez, Alejandro Medina -el ex Manal-, Fenando Samalea, un jovencísimo Zorrito Von Quintiero y la recordada María Gabriela Epumer siguen al endemoniado Flaco en sucesivas zapadas de Existir sin
vos (hasta que alguien se apiada de todos nosotros y le ruega “¿hacemos otra, Charly?”). No es una noche de descontrol, sino de trabajo. En las pausas sí, Charly hace de las suyas. En una de ésas, muestra su incipiente afición a las piletas: se zambulle vestido, con anteojos y en bicicleta, en un tragicómico gag chaplinesco. Mientras, Epumer toma un tecito y lee un libro de autoayuda de Shirley MacLaine. Alguien le pregunta a Medina si tiene malla: “Ni loco: yo estoy tocando”.
Lo más interesante viene después. Mientras se baña, Charly es entrevistado brevemente por Chomski y habla de la cocaína (que aún no lo había castigado tanto), de su admiración por John Lennon, de su despertar musical en la adolescencia. Después baja, se calza un sombrerito de cotillón y otra vez aparece su Chaplin interior. Hay cierta melancolía en el ambiente. Se lo ve querible, frágil, solitario, mientras hace morisquetas. Hasta que alguien dice: “Nos vamos, Charly. Está amaneciendo”.