Clarín

“Si no estás en paz, no hay bienestar” T

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

res o cuatro acordeones y un violín, ahí en sus estuches, y una verdulera desenfunda­da. Un baúl rígido, de esos que los músicos usan en las giras, que será mesa de apoyo para el termo y el mate, y bien cerquita, del otro lado, una vela encendida y un Corán descansan sobre un piano al que el Chango Spasiuk irá una y otra vez para poner en música lo que acaba de decir en palabras.

¿Lo tenés leído, el Corán?

No mucho. Pero, como decía el profeta de los musulmanes, “Les dejo dos maestros: uno que habla, el Corán; y uno silencioso, que es la muerte.” Porque cuando sabés que te vas a morir resignific­ás todos los acontecimi­entos de tu vida, y te tornás misericord­ioso hasta con la persona que más odiás. En ese sentido la muerte es un gran maestro.

Estaría bueno darse cuenta antes.

Sí, pero la gente no trabaja para eso. Trabaja para una casa, se esfuerza para un auto, pero cree que el conocimien­to y la sabiduría es algo que tiene que venir sin que muevas el ojete. Y no es así. Todo requiere mucho esfuerzo; sobre todo, eso. Porque el conocimien­to no es un ensayo intelectua­l, como hacen los filósofos, que se la pasan hablando, pero en su vida no pasa nada. El punto está en que te pongas en movimiento. Y eso requiere de mucho esfuerzo.

Un esfuerzo que, paradójica­mente, exige sacar el pie del acelerador.

Vivimos en una sociedad en la que antes se decía que la religión es el opio de los pueblos. Pero ahora es el trabajo. Laburaste como un hijo de puta, llega el final del día y prendés la tele, chupás, te dormís, al otro día te levantás, y lo mismo. Lo que te sacaría de ahí es ponerte a leer algo más trascenden­tal. Eso no te dormiría. Lo que te duerme hoy es el consumo, el trabajo y las seudoimage­n de confort y bienestar.

Habría que redefenir bienestar.

El bienestar es estar en paz. Si no estás en paz, no hay bienestar. Pero para estar en paz, hay que mover el culo. No hablo de felicidad.

“Te voy a hablar de una paz que se siente hasta en el medio del campo de batalla”, cita el músico, que hoy presenta su álbum Otras músicas en el ND Teatro, en la previa de una nueva gira europea. “Siempre estoy viajando”, dice.

¿Se vuelve rutina, o hay algo que aún te sorprenda?

El viaje es una rutina total. Lo que me puede sorprender tiene que ver con las personas y con la gente; nada que tenga que ver con el lugar. Lo que no deja de sorprender­me nunca, es la gente. Lo que me puede pasar tocando para un público quejamás ha escuchado algo de la tradición de la que vengo, y que sin embargo me resulta tan familiar; o yo para ellos. ¿Qué sucede ahí? ¿Qué es este misterio de la música? Que es algo que también me pasa en la Argentina todo el tiempo. Porque mi relación con la gente que me escucha no es la del fan que compra el disco, paga y listo. Es una relación mucho más profunda; es un vínculo de mucho respeto mutuo. Por eso, lo que me mantiene en el camino, más allá de la responsabi­lidad del trabajo, digo que es el otro.

¿Hay alguna manera de explicarlo?

No. Hay cosas que nos unifican a todos. Podemos tener abismales diferencia­s económicas, políticas, ligüística­s, pero en términos humanos, Kurt Mazur, dirigiendo Beethoven en Europa y hablando de sentirse a salvo, y Yupanqui aquí, hablando de “encontrar la sombra que el corazón ansía”, son exactament­e lo mismo. Eso nos identifica a todos. Y no hay mucho que intelectua­lizar, porque por ahí querés buscar una fórmula, y no sucede.

¿Sentías, al cabo de tantos años de relación con el público, algún tipo de demanda o expectativ­a que estés obligado a satisfacer?

No. Yo siento que hay algo muy interesant­e. Porque podés haber nacido dentro de una tradición con clichés muy cristaliza­dos, que es lo que le ha pasado al chamamé, que quedó atrapado en esos esterotipo­s festivaler­os de los ‘60, que redujeron su mundo a un espacio muy pequeño, cuando se trata en verdad de una música inmensa; pero mi manera de expresarme ha sido rompiendo con todos esos clichés. Entonces, la gente que me sigue sabe que todo el tiempo me voy a estar moviendo del lugar en el que supuestame­nte estoy. Y eso es una herramient­a liberadora, para mí, porque la gente está atenta a que yo sea fiel a mí mismo, aunque las estéticas vayan hacia otros lugares. Entonces, mientras hacía Polcas de mi tierra, Tarefero de mis pagos, Pynandí o Tierra colorada en el Colón iban pasando todas estas cosas que ahora están reunidas en Otras músicas, donde aparece un sonido totalmente diferente a aquellos, con piano, otras texturas, y con temas como Seguir viviendo sin tu amor o Gloomy Sunday. Partes también de mi mundo, de mi experienci­a personal, de todo lo que me ha pasado, que amplían mi terreno estético. Pero no dejo de tocar lo demás; ni los schotis, ni la Suite del Nordeste , ni las polcas. Todas esas músicas son mis pequeños universos.

Llama la atención la simpleza con que abordaste el tema de Spinetta.

Conozco mis limitacion­es como instrument­ista; pero, además, me gusta la sonoridad colectiva, eso que suena entre todos. No necesito estar tocando el acordeón al frente.

¿Siempre fue así?

No. Pero últimament­e me gusta ese concepto. La sonoridad no es sólo con tu instrument­o, sino con todo lo que elegís: tus músicos, la mezcla, el orden de los temas...

¿Hay algún vínculo entre ese cambio y la aparicón de nuevas voces en tu día a día: tus hijas, tu pareja?

La música es parte de la vida de uno. No la podes aislar. Esa cosa de decir que de 10 a 1 nadie te interrumpa porque estás componiend­o es una imagen muy naïve. Tonta. No quiero herir la susceptibi­lidad de nadie, pero la música es disciplina; y disciplina es sentarse lúcido y descansado, tratando de buscar un lugar silencioso para componer. La mayor cantidad de música, yo la compongo girando. En mi casa produzco menos, porque tengo más distraccio­nes. La imagen del compositor que a las 3 de la mañana no puede dormir porque le está sonando una melodía... yo, a las 3 de la mañana me muero de sueño, porque a las 11 volqué. La vida es un quilombo, y uno está metido en el medio de todo ese caos.

 ?? J. JUáREZ ?? Pequeños universos. Cada paso, en la búsqueda de Spasiuk, amplía un terreno estético cuyos horizontes están siempre en movimiento.
J. JUáREZ Pequeños universos. Cada paso, en la búsqueda de Spasiuk, amplía un terreno estético cuyos horizontes están siempre en movimiento.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina