Me cansó ese circuito empresarial”
El primer trabajo de Guillermo Blumenkamp fue en La cadena de hamburgueserías. “Tenía 16 años y era el más joven, inauguré el local de Florida y Lavalle en la estación de papas fritas”, cuenta. Le tocó la colimba en el Regimiento Patricios y se le ocurrió armar una cantina clandestina con las tortas que preparaba su mamá. Pero estudió marketing y empezó a hacer carrera en el rubro de la cosmética. “En la primera empresa arranqué como cadete y me fui como gerente diez años después. A la segunda entré como manager y me fui como director comercial ya en Colombia. Tenía 480 personas a cargo, ganaba un montón de plata, me iba bárbaro”, avanza. El clic llegó el 21 de diciembre de 2005, cuando llamó a su mamá para decirle feliz cumpleaños. “Hablamos del cansancio y el conflicto que me generaba moverme en ese circuito y me preguntó por qué no dejaba todo y me volvía a hacer otra cosa, lo que quisiera”, sigue. Ese mismo día arregló su retiro. “Después de un año y medio sabático, abrí el libro Grandes Esperanzas, de Dickens, y encontré una servilleta en la que había escrito cinco ideas con mi amigo Gerardo alias Tanqueta. Una era abrir un bar de martinis. Me llevó un año y pico más darle forma a Doppelgänger Bar. Esto de celebrar al obrero y al burgués. Somos un bar de inmigrantes, por eso usamos bebidas como el Legui, Mariposa, Hesperidina, Amargo Obrero. Y por otro lado, el burgués que todos tenemos dentro, por eso está inspirado en el Berlín de los años 30 y de ahí la carta de martinis”, describe. En la esquina de Garay y Bolívar y con la premisa de no vender cerveza ni vino, los primeros años fueron complicados pero hoy es considerado uno de los mejores bares de la Ciudad. Hace unos meses se puso al frente de otra esquina emblemática: Café Rivas.