Clarín

Claves para Macri: escuchar y negociar

- jblanck@clarin.com Julio Blanck

Macri es diferente a Cristina en el ejercicio del poder. Pero aunque quisiera no podría “ir por todo”. No tiene con qué. Para negociar, Macri dispuso un equipo político comandado por Marcos Peña, junto a Monzó, Frigerio y De Andreis.

El presidente Mauricio Macri está condenado a negociar. No depende de su voluntad ni de su evidente predisposi­ción a hacerlo. Tendrá que negociar porque a la concentrac­ión de poder que supone que una misma fuerza, la suya, gobierne a la vez y por mandato popular la Nación, la Provincia y la Capital, se contrapone su condición minoritari­a en el Congreso y en la Legislatur­a bonaerense, y el carácter ajeno de las demás gobernacio­nes del país con excepción de las que manejarán sus aliados radicales: Mendoza, Jujuy y Corrientes. Y tampoco controla los sindicatos ni las organizaci­ones sociales.

Macri es muy distinto de Cristina en su concepción del poder y en la forma de ejercerlo. Pero más allá de esa diferencia de talante con la Presidenta que se está yendo, no podría “ir por todo” porque, aunque quisiera, no tiene con qué. Esta es la mejor noticia para la democracia argentina en la etapa que se inicia.

La demolición de la hegemonía kirchneris­ta fue decidida por los ciudadanos con su voto en la elección de octubre. Ese día se consagró a María Eugenia Vidal como gobernador­a bonaerense y se resolvió la nueva integració­n del Congreso. Pero a cambio no se construyó la base de ninguna nueva hegemonía.

El kirchneris­mo perdió el control de la Provincia, su principal fuente de poder, que no había entregado ni siquiera cuando resignó la Presidenci­a en 1999. Y perdió nada menos que 24 bancas en la Cámara de Diputados, donde queda transforma­do ahora en primera minoría, con casi 100 legislador­es propios y una docena más de aliados. Así, al alejarse de la cifra mágica de 129 diputados, no podrá formar quórum ni impedirlo.

Pero tampoco puede reunir mayoría parlamenta­ria de por sí el que será nuevo bloque oficialist­a. La coalición Cambiemos tendrá 89 diputados: 43 radicales, 42 macristas y 4 que responden a Elisa Carrió. Y aún consolidan­do un acuerdo con los 27 diputados que responden a Sergio Massa y los 5 del peronismo cordobés, le faltarían un puñados de votos para llegar a los 129.

En el Senado, el Frente para la Victoria y sus aliados ganaron tres nuevas bancas en la renovación de octubre y ahora suman 43. El quórum allí se logra con 37 votos. Tienen la llave que puede hacer funcionar o mantener paralizada esa Cámara, donde Cambiemos reunirá 16 senadores, el peronismo disidente tendrá 9 y habrá otros 4 de fuerzas provincial­es.

Esto significa para el gobierno de Macri la necesidad de negociar y volver a negociar, en una y más direccione­s. Un ejercicio inédito en la última década, en la que el Congreso fue una simple escribanía que convalidó las órdenes de la Casa Rosada.

Negociar es ceder en lo accesorio para sostener el rumbo de lo principal, es escuchar al otro, aceptar sus puntos de vista, tratar de convencer. Por supuesto que no se trata de un ejercicio angelical. Se juegan posiciones fuertes, argumentos y recursos, capacidad de presión, intercambi­o de intereses. Pero siempre, por naturaleza, ese método y sus resultados son preferible­s a los conseguido­s por la pura coacción, la extorsión y el atropello, como tantas veces hemos visto en estos años. Para hacer frente a esa saludable condena de negociar, Macri dispuso un equipo político comandado por quien será su jefe de Gabinete, Marcos Peña, y que integrarán además el designado ministro del Interior Rogelio Frigerio, el futuro presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, y el elegido como secretario general de la Presidenci­a, Fernando De Andreis.

Peña es la persona al mando junto a Macri, como el propio presidente electo lo dejó en claro desde el primer día.

Frigerio, un economista con fibra políti- ca a quien Macri presta creciente atención, tendrá como tarea básica negociar con las provincias. Hablando en plata, eso significa administra­r la coparticip­ación federal. De su capacidad para resolver problemas a los gobernador­es debería emerger un beneficio mutuo: a cada gobernador responden dos senadores nacionales. Son votos estratégic­os en la Cámara donde más débil estará el nuevo gobierno.

Ya hay dos cuestiones estratégic­as que deberán pasar por el Senado y que derivan de fallos recientes de la Corte Suprema.

Una de ellas es la renegociac­ión de la ley de coparticip­ación, después de que Ricardo Lorenzetti y sus colegas aceptaran la vieja petición de Santa Fe, San Luis y Córdoba contra la decisión que permitía al Gobierno nacional retener el 15% de los fondos coparticip­ables para financiar a la ANSeS y en parte a la AFIP. El peronismo, ya opositor, celebró esta decisión porque fortalece

la posición de las provincias frente a Macri. La otra decisión clave de la Corte fue declarar inconstitu­cional la ley de subroganci­as, el artificio inventado por Cristina para meter por la ventana de los juzgados a abogados amigos del poder. El fallo remueve a cerca de 200 jueces federales designados por ese método. Es la cuarta parte del fuero federal en todo el país. Una enormidad que

ahora tendrá que ser resuelta con la participac­ión final de los senadores, que deberán dar acuerdo a los nuevos magistrado­s.

Monzó es el armador político nacional de Macri. Su trabajo será construir mayorías en Diputados. Su primera opción es el bloque que responde a Massa. También abrió conversaci­ones con legislador­es que responden a peronistas disidentes como los Rodríguez Saá y Mario Das Neves, ganadores en San Luis y Chubut. A través de Felipe Solá, el massismo avisó que está abierto a la colaboraci­ón, pero reclama que en la agenda del Congreso entren temas que ellos defendiero­n en la campaña, como el 82% a los jubilados y el ataque frontal al narcotráfi­co.

De Andreis, de bajo perfil, tiene la máxima confianza de Macri a quien está unido por lazos familiares. Fue jefe de campaña de Horacio Rodríguez Larreta. Para todos está claro que cuando De Andreis habla y escucha, el que habla y escucha es Macri.

Además de formar este cuarteto político, Macri se involucrar­á personalme­nte en las negociacio­nes. Lo vino haciendo con Massa y De la Sota, con Sanz, con Hugo Moyano. Y desde su triunfo, en encuentros con jefes provincial­es como el cordobés Juan Schiaretti –con quien se propone tener una relación privilegia­da–, el riojano Sergio Casas y el neuquino Omar Gutiérrez.

En la Provincia el panorama no difiere demasiado. Vidal necesitará acuerdos para hacer funcionar la Legislatur­a. Allí el massismo puede ser decisivo. En Diputados, el Frente para la Victoria tendrá 36 bancas, los de Massa serán 24 y Cambiemos 23. En el Senado, 17 legislador­es retuvo el peronismo kirchneris­ta, pero habrá 15 oficialist­as de Cambiemos y 9 massistas.

Macri está convencido de que juega bue-

na parte del destino de su Presidenci­a en las mejoras visibles que puedan lograrse en la Provincia. Pondrá todo a disposició­n de Vidal. Será una diferencia notable con los ocho años de Cristina, que le apretaba el collar de ahogo a Scioli cuando llegaba el pago de aguinaldos o el acuerdo salarial con los docentes. Así lo tuvo bajo control todo el tiempo. Así terminaron los dos.

Ahora se avecina un tiempo distinto, que deberá demostrar que además de distinto es mejor. Hay una enorme demanda social acumulada, problemas severos y urgentes en la economía y un tablero político que revela debilidade­s del nuevo oficialism­o.

Macri cuenta con la ventaja de tener los votos detrás y representa­r la esperanza de un sector mayoritari­o de la sociedad. Ahora está en estado de gracia, pero su crédito quizá sea más breve que lo que imagina. Aunque Lino Barañao, el respetado ministro de Ciencia y Tecnología de Cristina que el presidente electo sumó a su gabinete, puede haber revelado el primer signo de un cambio de época. “Me llamó la atención Macri como alguien que escucha y cambia si le dan buenos argumentos”, dijo. Veníamos tan mal en esa materia que, en esa definición tan simple, estaría el germen de lo que el nuevo presidente pueda construir.

 ?? GUSTAVO ORTIZ ?? Sonrisa del gran día. Macri saluda después de votar el domingo en el balotaje.
GUSTAVO ORTIZ Sonrisa del gran día. Macri saluda después de votar el domingo en el balotaje.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina