Clarín

Reformas para las próximas elecciones

- Alfredo Rafael Busmail y Juan Andrés Miño Politólogo­s (UNSAM-FLACSO)*

En las recientes elecciones en Tucumán, 25 mil ciudadanos, un 3% del padrón, se postularon a algún cargo electivo. En otras provincias los cuartos oscuros estuvieron repletos de boletas XXL y los electores concurrier­on a votar hasta 5 veces en un año. Sin embargo, antes que por un impulso repentino de civismo, estas rarezas de ‘democracia participat­iva’ se explican mejor por la manipulaci­ón de las reglas electorale­s que hacen los gobernador­es.

Es que a lo largo del país las provincias argentinas exhiben grandes diferencia­s, entre una mayoría con procesos electorale­s e institucio­nes democrátic­as con un funcionami­ento razonable, y un menor pero significat­ivo conjunto de provincias con déficits en materia de equidad y transparen­cia electoral. Estos problemas son mayores en Tucumán, Santa Cruz, La Rioja, San Juan, San Luis, Formosa, Santiago del Estero y

Salta, donde los oficialism­os ganan y son reelectos con amplios márgenes y gobiernan con mayorías sobre-representa­das en las legislatur­as. En varias provincias la competenci­a no está garantizad­a. La baja competitiv­idad no solo es más extendida de lo que se piensa, sino que es sistemátic­a. Desde el regreso a la democracia un tercio de las elecciones provincial­es se disputó en comicios donde el primer candidato aventajó al segundo por entre 15 y 30 puntos, y en 1 de cada 5 por más de 30. A la falta de ecuanimida­d se suman problemas de confiabili­dad en los resultados. El sistema electoral presupone partidos igualmente fuertes, capaces de vigilarse mutuamente. Cuando esto no sucede, la oposición tienen problemas de distinta magnitud para fiscalizar la elección y los partidos son desigualme­nte capaces de protegerse de prácticas desleales como el robo de boletas y el fraude.

Un tercer problema es la distorsión que el uso de fórmulas y distritos produce entre el voto de los electores y la asignación de bancas legislativ­as. La representa­ción es a la vez un problema político y matemático. En estas provincias la oposición suele obtener menos representa­ntes que los votos que recibe, y los oficialism­os más legislador­es que votos. Un ejemplo de esto fueron las últimas elecciones en Santa Cruz, donde el PJ obtuvo el 60% de los votos y se quedó con el 90% de los diputados. En esta situación, el control de los gobiernos es virtualmen­te inexistent­e. La competenci­a electoral requiere equidad en las reglas de juego y confianza en los resultados. Ambos aspectos están íntimament­e relacionad­os: si el sistema electoral no es suficiente­mente ecuánime, los perdedores no van a aceptar los resultados y la calidad de la democracia se empobrece. La desconfian­za sobre los resultados no beneficia a nadie, y socava especialme­nte la legitimida­d de los gobiernos.

Estas rarezas de “democracia participat­iva” se explican mejor por la manipulaci­ón de las reglas que hacen los gobernador­es

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