Clarín

Velar por una transición sin tropiezos

- Manuel Garrido* *Diputado Nacional. Ex Jefe de Investigac­iones de la CICIG

La renuncia y arresto de un presidente es un hecho extraordin­ario en América latina

Esta semana hemos asistido a un hecho inusual en América latina: un Presidente de la República empezó su día jueves renunciand­o mediante una nota al Congreso y lo concluyó encarcelad­o. Más aún: este desenlace fue la consecuenc­ia de un caso de corrupción.

Este episodio extraordin­ario ocurrió en Guatemala, donde se dieron una serie de circunstan­cias que pueden ayudarnos a entender. Este bello país centroamer­icano de 15 millones y medio de habitantes, de los cuales al menos el 40% es indígena, intenta consolidar un sistema democrátic­o viable desde 1996, a partir de la firma de los Acuerdos de Paz que pusieron fin a una sangrienta guerra civil entre el ejército y las guerrillas que se inició en los años ‘60.

Entre los aspectos necesarios para fortalecer el poder civil ocupa un lugar importante la administra­ción de justicia, sumamente débil y carente de recursos apropiados. Estas deficienci­as se magnifican cuando se advierte que existen altos niveles de insegurida­d y de muertes violentas, el narcotráfi­co y el crimen organizado se han extendido y que persisten estructura­s represivas de la época del conflicto armado.

Precisamen­te, con el objeto de investigar los cuerpos ilegales de seguridad y otros aparatos clandestin­os y de capacitar y fortalecer la administra­ción de justicia se creó en 2006 la Comisión Internacio­nal contra la Impunidad en Guatemala. El titular de este organismo es designado por las Naciones Unidas y actúa con independen­cia, como una suerte de fiscalía internacio­nal que debe actuar ante los tribunales del país y coordinar su acción con los fiscales.

La CICIG desarrolló en estos años muchas investigac­iones. Capacitó funcionari­os judiciales y policías y promovió importante­s reformas legislativ­as, por ejemplo regulando las escuchas telefónica­s en los procesos penales, lo que resultaría crucial para desenmasca­rar actividade­s criminales.

Hace cuatro meses, la CICIG y el Ministerio Público hicieron pública una denuncia de una red de corrupción en la aduana, denominada “La línea”, que involucrab­a a altos funcionari­os y al secretario privado de la vicepresid­enta.

Desde ese momento, como una bola de nieve, se sucedieron la renuncia de la vicepresid­enta y su reemplazo por un político conservado­r designado por el Congreso, distintas órdenes de captura y finalmente la ampliación de la denuncia al propio presidente Otto Pérez Molina, sobre la base de grabacione­s de conversaci­ones telefónica­s y otros elementos.

La movilizaci­ón pública durante todos estos meses, reclamando la renuncia de Pérez Molina, se cristalizó esta semana, con la apertura del proceso, la decisión del Congreso de retirarle la inmunidad constituci­onal y finalmente su renuncia y detención.

La renuncia de Pérez Molina, que hubiera concluido su mandato en enero de 2016, se produce en la semana en que se llevarán a cabo las elecciones generales para elegir su sucesor constituci­onal. La investigac­ión seguirá su trámite, destacándo­se como una rareza en un paisaje regional caracteriz­ado por la impunidad de los altos funcionari­os.

La comunidad internacio­nal debe velar para que esta breve transición hacia el nuevo gobierno no sufra complicaci­ones, manipulaci­ones ni contratiem­pos que algunos actores nacionales e internacio­nales propician tratando de pescar en aguas revueltas y que, en todo caso, sirva para mejorar ciertas normas que –como también ocurre en nuestro país– alteran la credibilid­ad y el funcionami­ento del sistema político.

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