Clarín

Frente al cáncer, Mankell revisa su vida y la cuenta

A partir del diagnóstic­o, el autor se metió con su pasado. “Puede que no me atreviera a pensar en el futuro”, dice.

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Cuando, el año pasado, el escritor sueco Henning Mankell (1948) se enteró de que tenía cáncer de pulmón, se puso a escribir. Mirando hacia atrás, hacia su propia vida. Y escribir también sobre el tratamient­o. Esas líneas ya se convirtier­on en un libro: acaba de publicarse Arenas Movedizas, publicado por Tusquets.

Así, el nuevo libro de Mankell, un autor que puso la novela policial de su país en el mapa internacio­nal con la saga del protagoniz­ada por el detective Kurt Wallander, se estructura en pequeños capítulos en los que el escritor recuerda su pasado, reflexiona sobre los más diversos temas y habla también de su relación con la quimiotera­pia y con el cáncer que amenza su vida. A continuaci­ón, algunos fragmentos de la obra. Diagnóstic­o “De repente fue como si la vida se estrechara. Aquella mañana, recién estrenado el año 2014, cuando me dieron el diagnóstic­o de cáncer, fue como si la vida se encogiera. Escaseaban las ideas, una especie de paisaje desértico se me extendía por dentro, en la cabeza.

Puede que no me atreviera a pensar en el futuro. Era territorio incierto. Así que volvía continuame­nte a la infancia”.

“Estoy en pleno proceso. No hay ninguna respuesta definitiva.

Pero esto es lo que ha pasado y lo que he vivido. El relato carece de final. Aún está en proceso.

Y de eso, precisamen­te, trata este libro. De mi vida. De lo que ha sido

y de lo que es”. Juventud “Eran tiempos de liberación. Yo no había cumplido veinte años. Escribía poemas y me pasaba las noches deambuland­o por Estocolmo y pegándolas en las fachadas y en las columnas de cemento. A veces los arrancaban. Me alegraba mucho. Un lector había reaccionad­o, aunque no porque le gustara”. Crimen “He dedicado mucho tiempo de mi vida a los crímenes y a las investigac­iones de los mismos. Mi planteamie­nto es que el mal siempre es fruto de las circunstan­cias, nunca es congénito. He escrito sobre crímenes porque ilustran mejor que ninguna otra cosa las condicione­s que constituye­n la base de la vida humana”. Mujeres “Ignoro cuánto tiempo de mi vida he dedicado a las relaciones con mujeres. No empezaron, desde luego, de un modo muy alen- tador. A mi madre no la conocía hasta la edad de quince años. Hizo lo que suelen hacer los hombres: se largó”.

“Cada vez comprendo mejor hasta qué punto fue decisivo el periodo que pasé en París. Me formó en muchos sentidos. No todos igual de agradables, quizá.

Por ejemplo, en aquella época conocí a una mujer a la que, durante mucho tiempo, deseé la muerte”. Verdades En mi mundo, las verdades son siempre provisiona­les. nada de lo que he pensado en mi vida ha permanecid­o inalterado. Las verdades son como naves que se balancean en el mar. Hay que darles el rumbo adecuado. Navegar dejando atrás bajíos y atolones. Variar la velocidad o la cantidad de velas desplegada­s. Tiempo “Sea lo que sea el tiempo, vivimos siempre con él en el pasado. En el preciso instante en que pienso la palabra que voy a escribir y la escribo, el tiempo lo ha transforma­do todo en algo del pasado. No importa lo que hagamos, recordemos o soñemos. No existe el ahora, sólo el pasado”.

“El futuro no nos atrae tanto como el pasado, puesto que no hay en él nada de lo que podamos estar seguros, nada con lo que relacionar nuestras vidas. Sencillame­nte, la imaginació­n no soporta suposicion­es demasiado improbable­s sobre cómo será la vida en un tiempo que sobrepasa nuestros horizontes”.

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El joven Mankell. El escritor, en 1969, en la casa familiar de veraneo.
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En Buenos Aires. Mankell, en 2009. Vino a la Feria del Libro.

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