Argentina hizo poco para quebrar la racha sin títulos
Argentina perdió por penales con Chile en una actuación decepcionante y sigue la racha de 22 años sin ganar títulos.
La Selección perdió la final por penales. Había empatado 0-0 en el partido y el alargue. El equipo de Martino no tuvo el nivel que había mostrado en la semifinal. Hace 22 años que Argentina no gana un campeonato con el equipo mayor.
A las sensaciones, a veces, no hay que permitirles vía libre porque pueden cometer injusticias. En todo caso, hay que pasarlas por un tamiz y guardar las que menos dañan. Entonces, a la bronca que genera otra frustración en una final de la Selección conviene ignorarla. Así se evita jugar el juego que disfrutan los oportunistas. Pasó en la Copa América 2007, sucedió en el Mundial de Brasil 2014 y se repitió aquí, en esta Copa América 2015 que había disparado las más dulces ilusiones.
De nuevo, Argentina se ahogó en la orilla. Otra vez ese barrilete que volaba bien alto, de repente, se vino abajo. Es una pena porque ahora parece que nada sirve. Y en realidad, no es así. Justo en el partido más valioso, en ese que define al campeón, la Selección no encontró ninguna respuesta para romper una maldición de 22 años sin títulos. No supieron contestar ni Messi, como símbolo máximo de una riqueza individual fabulosa, ni Martino, como cerebro de una propuesta que entusiasma.
Sin embargo, este ciclo recién nace: van apenas ocho amistosos y los seis capítulos de esta aventura americana. Aunque el momento resulte doloroso al extremo, hay que pisar el freno. El camino es largo. Si 120 minutos antes con razón las esperanzas revoloteaban exultantes, ¿por qué no seguir creyendo?
La primera tentación del exitismo es señalar a Messi porque no influyó como sabe y puede hacerlo, pero en especial porque en varios pasajes apareció fastidioso, caminando la cancha, como afuera de la final. Y sí, Leo volvió a sufrir uno de aquellos partidos de Selección que se le cuestionaban. Cuando la inspiración le fluye, salta al podio. Cuando es al revés, baja a la tierra. Es la regla para semejante fenómeno. Era un gran momento para colgarse una estrella celeste y blanca grande.
“Llego mejor que al Mundial”, había dicho antes del debut. Y fue cierto. Pero le faltó final. Reclamar- le escenas de heroísmo físico como aquellas que patentaba Maradona no es justo simplemente porque Messi es diferente. Es distinto. Juega distinto. Piensa distinto. Actúa distinto. Vive distinto. Por eso a Messi hay que gozarlo como hasta la semifinal de la Copa América. Y a veces surge el Leo de esta final, desteñido, gris como un futbolista común y corriente. Puede pasarle, ¿por qué no?
Messi no rescató a la Selección contra Chile. Eso sí, tampoco el equipo sostuvo al genio. No lo rodeó. No lo acompañó. No impuso en ningún tramo esa esencia que trata de adosarle Martino. Ese es el problema más preocupante. Esta nueva versión de Argentina late a través de la pelota. Y no supo cómo encontrarla. Los índices de posesión, que a veces son mentirosos, en esta final regalan una evidencia: ese rubro lo ganó Chile con un 56,8 % de tenencia.
Lo curioso es que Argentina no se impuso en ese ítem en ninguno de los dos tiempos de 45 minutos y tampoco en los dos suplementarios de 15. Al cabo, la idea saludable que impulsa el Tata, frente a una oposición también audaz, se despedazó como una formación partida en dos. Jamás se vislumbró sobre el césped. Y en ningún instante consiguió exhibir las fra-
gilidades defensivas que ostentan los de Sampaoli.
La idea de la Selección se halla en gestación. No es fácil imponerla en tan poco tiempo y con mínimos ensayos. Perdió con otra idea trabajada, macerada. Lo peligroso es que, al no descubrir soluciones, no supo qué hacer. Y se estacionó en un “ni”. ¿Hará falta un plan B para un caso así? ¿Apostar decidi
damente al contraataque? Sostener una idea con convicción es el objetivo, pero no debe transformarse en fundamentalismo. Seguro que eso no ocurrirá porque a Martino le sobra inteligencia.
Ya está. Messi se hundió un rato largo en el césped y se fue sin ganas de decir una palabra. Ya está. después de emocionar jugando lesionado, Mascherano miró la Copa que no ganó con una tristeza para la memoria. Ya está. Otra vez a Higuaín le faltó el gol en una final y encima falló un penal. Ya está. Tevez lo miró desde el banco. Ya está. Lloraron Biglia, Lavezzi, Romero.
Ya está. Se escapó otra final. Esta generación de jugadores no alcanzó lo que merecía. Messi, Mascherano y compañía deberán hacer el duelo futbolero que corresponde. Y Martino, también. Prohibido dejarse seducir por las sensaciones. Esta vez no ayudan.