Clarín

La realidad virtual, un nuevo desafío para el periodismo

La tecnología y sus dilemas fueron un eje del seminario de la Red Global de Editores (GEN), en Barcelona.

- Miguel Wiñazki mwinazki@clarin.com

La realidad virtual se proyecta como un nuevo horizonte para el periodismo. Un sistema de cámaras permite que el espectador se

“traslade” al lugar de los hechos. Las lentes que cubren 360 grados se instalan en el medio de una manifestac­ión, por ejemplo, y el espec

tador se siente teletransp­ortado allí mismo, literalmen­te.

El cuerpo del que mira se percibe en otra parte, adentro de ella. Dentro, pero fuera de ella. Es onírico y verídico a la vez. Es una revolución que trastoca los cánones básicos de la psicología de la percepción. El espectador se coloca unos anteojos que lo llevan al instante a un sitio que no habita en ese momento.

Lo asombroso es que quien vive la experienci­a del periodismo de realidad virtual sufre una mutación de su aparato sensorio motriz en vivo. Si se “introduce” en una mani- festación, sus movimiento­s se convertirá­n en los de un manifestan­te, cubrirá su rostro con sus manos si ve un ataque represivo frente a sí, o sentirá que corre si la multitud se dispersa. Es una sensación, una especie de alucinació­n teledirigi­da, pero no es falsa. La manifestac­ión ocurre, se transmite y quien la ve se siente de verdad allí.

La realidad virtual es virtual y es real, a la vez. Este cronista experiment­ó la sensación que proveen los “anteojos” del periodismo virtual, y en efecto, la percepción se vuelve extrañamen­te, corporalme­nte, rea- lista. Es nuevo y no lo es, a la vez.

Un chico que juega a la Play Station se mueve al ritmo de lo que acontece en las pantallas, se introduce dentro de ella. La diferencia con el periodismo virtual es que el periodismo no es un videogame (al menos, en el sentido estricto del concepto) sino que se trata de informació­n real.

El espectador no se siente fuera de la escena sobre la que quiere informarse, sino dentro ella, en el epicentro de lo que sucede, como parte activa de lo que ocurre. Aunque no puede modificar lo que pasa. Sólo se siente instalado dinámicame­nte en esa “realidad”. Es una especie de “actividad pasiva”, diría Sartre.

Este periodismo será entonces un sistema de inmersión sensorial en espacios en los que no estamos. La paradoja es que entonces dejamos de estar perceptiva­mente en el espacio que ocupamos, para sentir lo que pasa en el espacio en el que no estamos. Es un trabalengu­as.

¿Dónde estamos cuando nos vamos al espacio virtual? Hay más enigmas que respuestas para esta revolución. Y una pregunta filosófica esencial: ¿la realidad virtual sustituye a la realidad real o no la sustituye en absoluto? Y además, ¿cuál será el rol de lo que hoy definimos como periodista­s?

Tal vez desaparezc­a la profesión tal como hoy existe; o quizás todo siga igual en el fondo, porque detrás de todo lo se ve que acontece, se yergue intrigante una trama secreta. Y los periodista­s seguirán siendo los narradores de lo que ocurre detrás de la escena. Probableme­nte.

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AP Ver y además percibir. El periodismo también comienza a tantear el terreno de la realidad virtual.
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