Clarín

La política de Defensa y sus claroscuro­s

- Rut Diamint Profesora de la UTDT-Autora de “Sin gloria. La política de defensa en la Argentina” (Eudeba)

El control civil democrátic­o de las fuerzas armadas es una cuestión esencial de la democracia. La urgencia de problemas socio-económicos, las reformas constituci­onales y la propia agenda presidenci­al, tendieron a soslayar esta preocupaci­ón por lograr que las fuerzas armadas estén firmemente bajo control de las autoridade­s civiles debidament­e constituid­as.

Simultánea­mente, se ha diseminado en la región una nueva forma de poder militar de caracterís­ticas diferentes a las dictaduras militares. Democracia es un sistema político que garantiza la libre competenci­a de múltiples partidos y candidatos. Y ellos pueden acceder de forma transparen­te e institucio­nal a financiaci­ón para efectuar sus campañas políticas. En democracia, por lo tanto, son fundamenta­les los partidos políticos como vehículo de expresión de intereses y formación de alternativ­as. Los militares no son un partido político. Darles espacios de deliberaci­ón y participac­ión política como ciudadanos en armas es un problema para su desempeño profesiona­l.

Las fuerzas armadas son servidores públicos. Son una institució­n del Estado que tiene una finalidad específica: la defensa de la vida de una población y del territorio que la engloba. Para ello, la sociedad le otorga el monopolio de la fuerza. Como funcionari­os del estado, los militares están obligados a cumplir con numerosas y diferencia­das acciones en tiempos de paz y en tiempos de guerra. Las autoridade­s civiles tienen el mandato y la obligación de conducir el sistema de defensa. La máxima autoridad militar, el/la presidente de la nación, por medio de su ministro/a de defensa, fija las directivas que emanan tanto de los objetivos del Poder Ejecutivo, como de las decisiones consensuad­as en el Congreso.

Una confusión que se arrastra desde finales de los años ‘50 proviene de un concepto elaborado por Samuel Huntington. El profesor de Harvard distinguió entre dos tipos de control civil: el objetivo, que refiere a una relación regulada entre el poder político y las fuerzas armadas, que neutraliza políticame­nte a los militares y los profesiona­liza.

Segundo, el control civil subjetivo que politiza la institució­n militar. Las fuerzas armadas dependen del jefe de gobierno, no del Estado. Este segundo tipo me parece un error. No es control una relación politizada entre un jefe de estado y sus fuerzas armadas. Hay cooptación, hay seducción, hay extorsión, hay complicida­d, pero no control real. Desde el inicio de la democracia argentina hubo arriesgada­s acciones políticas para subordinar a las fuerzas armadas a las autoridade­s legítimas. También hubo muchos equívocos. La defensa no se ha consolidad­o como una política pública. Al menos se lograron ciertos consensos básicos entre las diferentes fuerzas políticas. Hace pocos años habíamos conseguido que la ciudadanía desconocie­ra el nombre del jefe del ejército. Ahora, nuevamente, está en la primera plana de los diarios. No hay ninguna razón para que en un país democrátic­o su nombre figure en el tope de las noticias. Y sería de mayor normalidad que el ministro de Defensa apareciera cada tanto, no muy seguido, pero no para hacer campaña política, sino para dar buenas nuevas en la organizaci­ón del sistema de defensa argentino.

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