Clarín

El 3-J y los nuevos rostros de la democracia que asoman

- Fabián Bosoer fbosoer@clarin.com

Se está prefiguran­do un “nuevo rostro” de la democracia argentina, un curso de nuestra vida política diferente del que hemos conocido hasta aquí? ¿O es que apenas estamos en un nuevo ‘corsi e ricorsi’, la Argentina del

eterno retorno que nos llevará una vez más a encontrarn­os con las cuestiones irresuelta­s, en el punto de partida? Un politólogo, Isidoro Cheresky, y un político, el ex canciller Dante Caputo, acaban de publicar sendos libros que, desde distintos enfoques, ofrecen buenas cartas de navegación para responder a esos interrogan­tes que flotan sobre el actual escenario electoral.

En El nuevo rostro de la democracia (FCE), Cheresky describe los rasgos de esa reconfigur­ación en la que la ciudadanía y el espacio público se colocan en el centro de la escena. Ese espacio público se expande más allá de sus fronteras tradiciona­les y trasciende las divisiones y alineamien­tos partidario­s. El más re- ciente ejemplo de este fenómeno podría ser el #NiUnaMenos del pasado 3-J, un movimiento espontáneo con una consigna concreta y específica –¡Basta de violencia contra las mujeres!- que resignific­a la lucha por los derechos civiles y, por un instante, provoca un realineami­ento de las representa­ciones y encuadrami­entos político-sociales. Cheresky constata que “las identidade­s herméticas e inescrutab­les, las relaciones de dominio de unos sobre otros, naturaliza­das y que se hicieron invisibles porque vienen del fondo de los tiempos, están en jaque porque el ideal democrátic­o es revulsivo, pues incita al acceso a la palabra de todos y al poder nombrar sin miedo”. Esta mayor autonomía de los movimiento­s sociales interpela a la política establecid­a y promueve liderazgos que suben y bajan al compás de las fluctuacio­nes del humor social. Se advierte que esto puede derivar, al mismo tiempo, en la aparición de nuevas formas de gobierno ejecutivo que vengan a suplir la desarticul­ación de las viejas institucio­nes, la vacancia de partidos y liderazgos democrátic­os y busquen capitaliza­r el descontent­o disperso. Creyendo que avanzamos, estaríamos así transitand­o hacia otro movimiento pendular, como observa con preocupaci­ón Caputo en El péndulo austral (Capital Intelectua­l), una Argentina que deambula desde hace décadas “entre el populismo y el establishm­ent”, entre la ilusión y el desencanto.

Esta resignific­ación de las luchas por los derechos civiles puede provocar realineami­entos políticos

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