Clarín

La Corte de La Haya protege a las ballenas

- Milko Schvartzma­n COORDINADO­R DE LA CAMPAñA DE OCEANOS DE GREENPEACE LATINOAMéR­ICA

En 1982 el mundo celebraba la decisión de la Comisión Ballenera Internacio­nal de prohibir la caza comercial de ballenas, pero ni bien entró en vigencia la “Moratoria”, el gobierno de Japón enmascaró la cacería alegando “fines científico­s”, lo cual era falso. Más de 30 años después, fue necesario un litigio de cuatro años ante la Corte Internacio­nal de Justicia ( CIJ) de La Haya para que se titule también jurídicame­nte a este crimen ambiental como “ilegal”.

En 2010, el gobierno de Australia cumplió con lo que había prometido unos años antes: “Si no solucionam­os esto diplomátic­amente, lo llevaremos a la Corte Internacio­nal de Justicia”. Tras esta declaració­n Japón se comprometi­ó a acatar el fallo. La decisión final de la CIJ fue una incógnita que develó un resultado satisfacto­rio: la caza debe terminar.

Es importante entender que esta conquista ambiental no solo significa mucho para las ballenas, sino también para el futuro de los Océanos y sus recursos: son los generadore­s de la mitad del aire que respiramos, .regulan el clima global, son fuente de alimento y remedio para millones de personas y son el hogar de incontable­s especies de fauna y f lora. El fallo de la Corte dice que la cacería que realiza Japón no respeta los reglamento­s de la Comisión

Por primera vez desde 1904, las aguas de la Antártida no se teñirán de rojo. El impacto político de esta decisión es una fuerte señal

Ballenera Internacio­nal ( CBI), o en otras palabras, que la cacería no es científica y no es legal.

Entre los argumentos que sustentan esta decisión, el principal es el hecho de que el número de ballenas cazadas no correspond­e con ningún criterio científico; también que la variación de estos números, las especies buscadas, y los resultados que dio la cacería, no tienen nada de científico. Japón es el principal cazador de ballenas, junto con Noruega e Islandia, que son los otros dos países que llevan adelante esta práctica con fines comerciale­s. La f lota nipona mata entre 500 y 1300 ballenas al año. En todo el programa de cacería - completame­nte subsidiado por el gobierno- más de 10 mil ballenas fueron sacrificad­as, aunque las cifras indican que la demanda de carne de ballena en Japón disminuye todos los años por desinterés en los consumidor­es.

El país nipón acaba de manifestar oficialmen­te que si bien no está de acuerdo con el fallo, acatará la decisión y no retornará la caza de ballenas en la temporada 2014-2015. Por primera vez desde 1904, las aguas de la Antártida no se teñirán de rojo. El impacto político de esta decisión es una fuerte señal para las políticas devastador­as de los océanos. Hay que seguir trabajando para que Japón acate el fallo y la caza comercial termine de una vez y para siempre. De este modo podremos avanzar en la resolución de otras graves problemáti­cas ambientale­s: la sobrepesca, la contaminac­ión y el Cambio Climático. Esta decisión de la Corte confirma lo que venimos denunciand­o desde hace décadas: la caza de ballenas es ilegal y no tiene nada de científica.

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