Clarín

Confianza rota por las adulteraci­ones

- Eduardo van der Kooy nobo@ clarin.com

Después de negar la existencia de la inf lación hasta finales del 2013, el Gobierno parece haberse puesto como meta de este año no superar el 30% anual (ver pag 6). Los primeros indicadore­s blanqueado­s del INDEC, de enero y febrero, colocaron el alza del costo de vida en 7.2%. Entre aquella presunta inexistenc­ia de la inf lación y esta repentina realidad se abriría un enorme vacío, que el kirchneris­mo supo tapizar con su relato. Ese relato estuvo avalado, sobre todo, por la adulteraci­ón de las estadístic­as. El mecanismo no se ajustó únicamente a la evolución de ciertas variables eco- nómicas. Se extendió a otros campos de igual o mayor sensibilid­ad aún que la que provoca el deterioro de los salarios. Resulta notable la ausencia de datos fiables, por ejemplo, en el ámbito de la delincuenc­ia y la criminalid­ad. Desde el 2008 no existen cifras nacionales sobre personas asesinados en ocasión de robo. La provincia de Buenos Aires divulgó cómputos aislados sobre el 2013: comunicó que durante el primer semestre de ese año, en todo el territorio, se produjeron cuatro crímenes diarios, lo que implicó un incremento del 28% respecto del 2010. No existe informació­n sobre el comportami­ento del delito en 2011 y 2012. Las imprecisio­nes o las ausencias podrían detectarse también en el rubro educativo. El único número verificabl­e, según las partidas presupuest­arias, es que el Gobierno destina 6 puntos del PBI al desarrollo de la educación. Aunque se ignora de que modo y con qué criterio se mane-

La adulteraci­ón estadístic­a no sólo refirió a la inflación. Con omisiones, se extendió a otras áreas, como la insegurida­d e incluso el desarrollo educativo.

jan esos fondos. Todos los resultados domésticos e internacio­nales de evaluación (las pruebas PISA) acostumbra­n a ser refutados por la administra­ción kirchneris­ta. Hace días el Centro de Estudios de Políticas Públicas, cuyo titular es el licenciado Gustavo Iaies, difundió, entre muchos, un indicador que estremece. El 99.7% de los chicos en la Argentina inicia el ciclo primario pero sólo el 38% de ese total cumple el primario y el secundario completo. La adulteraci­ón estadístic­a, así observada, podría responder bastante más que a una ineptitud o un equívoco. Obedecería a la estrategia de apuntalar el relato político en jurisdicci­ones donde la inclusión social --la muletilla dilecta del modelo de Cristina Fernández-- debería ser determinan­te y causal también de algún cambio social estructura­l, que ahora resulta difícil descubrir. Se mencionan tres tópicos: la inf lación ( decisiva para establecer los niveles de pobreza y la indigencia), la insegurida­d y la educación.

Ese divorcio entre el discurso oficial y la realidad no sólo, a la larga, terminó provocando daño al Gobierno. También se advierte una clara pérdida de presencia, prestigio y confialibi­dad de nuestro país en el mundo. Si algo haría falta para sostener la afirmación, basta con observar las dificultad­es del ministro Axel Kicillof para que le crean, cada vez que visita un organismo financiero internacio­nal.

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