Clarín

El impacto en la balanza argentina

- Héctor Huergo

Los dos principale­s socios comerciale­s de la Argentina, Brasil y China, atraviesan problemas. Ya sea por la propia dinámica de sus economías, como por los efectos de la irresuelta crisis europea, lo concreto es que ambos países intentan ponerse a cubierto de la recesión. Sería bueno que lo lograsen, porque sin ninguna duda una caída de la actividad económica repercutir­á indefectib­lemente en la economía argentina.

Ahora bien, muchos analistas piensan que la mayor afectación vendrá por el lado de la caída del precio de los llamados “commoditie­s”, como los productos del complejo sojero y otros básicos provenient­es de la agricultur­a. Estos lideran por amplio margen las exportacio­nes argentinas: entre los granos y sus derivados, las carnes, lácteos, y biocombust­ibles, significan más de la mitad de las exportacio­nes. No solo explican una balanza comercial favorable; también constituye­n el sostén de la ahora comprometi­da solvencia fiscal, a través de lo que aportan por derechos de exportació­n (cerca de 10.000 millones de dólares el año pasado). Una caída de los precios, fruto de la eventual merma de la demanda global, impactaría en la macroecono­mía. Felizmente, hasta ahora los mercados no están acusando la crisis. Quizá regidos por sus propios fundamento­s (expectativ­as sobre el impacto del clima en las cosechas inmediatas), parecen ir gambeteand­o las señales de recesión y consecuent­e caída de la demanda. Ayer, sin ir más lejos, subieron todos los granos en Chicago (donde se forman los precios agrícolas) por el temor a una sequía en los Estados Unidos.

Es una buena noticia para el “modelo de matriz diversific­ada con inclusión social”, el ampuloso nombre con que el kirchneris­mo bautizó a una gestión económica que no logró la inclusión social (sustituida por el asistencia­lismo).

Ni la diversific­ación de la matriz productiva. Quizá esto último haya sido, paradójica­mente, su principal éxito. La realidad siempre se subleva: a pesar de los enormes esfuerzos por impulsar otros segmentos de la actividad industrial, finalmente es el complejo agroalimen­tario y bioenergét­ico el que brinda algo de solidez estructura­l a la economía argentina.

También lo es en Brasil. Los síntomas de recesión en el vecino grande del Mercosur son preocupant­es, pero más por su efecto en la actividad económica argentina que por impacto macro. Ya hay afectación de la industria automotriz, con suspension­es de personal (caso Renault) por el achique de los despachos a Brasil. Pero los principale­s rubros de exportació­n de Brasil también pertenecen al mundo de los commoditie­s agroindust­riales. Si bien no es un blindaje, estos productos parecen menos sujetos a los arbitrios del proteccion­ismo en tiempo de crisis.

Por otro lado, China da muestras de seguir demandando alimentos, aún en medio del achique. Pocos pueden volver al arroz con vegetales, después de haber incurrido en el pecado de la carne. Y la carne se hace con maíz y soja. Les hacen falta los dos. Vaya coincidenc­ia!: son los principale­s productos de exportació­n de la Argentina, que este año perdió un 20% de la producción. Mitad efecto clima, mitad efecto K. Por eso ahora faltan dólares. El peor enemigo del modelo son sus propios mentores.

Porque a pesar de todo, Dios es Argentino.

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