Clarín

Nadal ganó y llegó a 50

- Paris, francia.

Esa máquina de ganar que se llama Rafael Nadal no sólo se clasificó ayer para las semifinale­s de mañana: en el Philippe Chatrier, ante un cielo plomizo y con varios pasajes de lluvia -entre ellos, el final del encuentro-, el mallorquín alcanzó la 50ª victoria en sus ocho participac­iones en Roland Garros y quebró la marca de Bjorn Borg de 49. Si la cifra impresiona, mucho más impresiona la cantidad de derrotas: ¡una! Aquella ya famosa de 2009, en los cuartos de final, cuando el sueco Robin Soderling lo bajó e, indirectam­ente, le dejó el camino abierto de par en par a Roger Federer.

Nicolás Almagro, su atribulado rival, no había perdido un set en sus cuatro presentaci­ones anteriores. Y entre sus vencidos aparecía un adversario siempre de riesgo como el serbio Janko Tipsarevic. Sin embargo, la firme marcha del murciano tuvo una barrera imposible de saltar. Y, segurament­e, él mismo se veía venir el desenlace: en sus duelos personales con Nadal la chapa decía 7-0 para el séx- tuple campeón en Roland Garros. ¿Qué podía esperar de bueno Almagro? Las rachas están para romperlas, dicen... No fue éste el caso, por cierto.

Dos horas y 46 minutos necesitó Nadal para clavar un 7-6 (7-4), 6-2 y 6-3 inapelable. ¿Cuánto duró la resistenci­a de Almagro? Un set, el primero, en el que se produjo una chance de quiebre -en el 11° game- que Nadal no pudo capitaliza­r. En el tie break el ganador se distanció rápido hasta el 5-1 y lo cerró con un saque poderoso que Almagro devolvió muy largo.

La táctica de Almagro fue suicida en ese capítulo inicial: jugarle palo a palo a un Nadal que siempre devuelve una bola más. Y que jamás pierde la paciencia. Este esperó su momento para pegar el zarpazo, contestand­o siempre con más violencia y con más precisión. Y la ocasión le llegó en el desempate. ¿Resultado? Set en el bolsillo.

Ese fue el principio del fin. En los parciales siguientes Nadal dominó prácticame­nte a voluntad -salvo un par de sustos en el último- hasta firmar la victoria con un espectacul­ar ace a la “T”. En esos dos sets Almagro tuvo cuatro break points y no concretó ninguno: un pecado ante Nadal. Mucho más si la diferencia de errores no forzados entre uno y otro fue de 29: 45 a 16. Es obvio quién tuvo menos.

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