Clarín

Luces y sombras

- Paris, francia. Miguel Angel Bertolotto Qué se dijo

Ya no se escucha acento argentino en los pasillos y en las canchas de Roland Garros. El último de los mohicanos, Juan Martín Del Potro, se despidió el martes tras un partido que al menos hay que seguir calificánd­olo como extraño. Las horas que transcurri­eron desde que el drive de Delpo pegó en la faja y se fue por la línea lateral para confirmar su dolorosa derrota, no sirvieron para despejar la nebulosa que envolvió su tan despareja actuación: de brillante pasó, sin términos medios, a incomprens­ible. De arrasar a Federer, a arrasado por Federer. De sus tiros a pura potencia, a sus impactos que no lastimaron para nada. De su presión constante, a su estatismo inesperado. Si no fue por problemas físicos, ¿por qué fue? Del Potro, públicamen­te, no entregó ninguna respuesta develadora: responsabi­lizó a los avatares del juego. No se aferró a ningún pretexto; esto vale el elogio, aunque el misterio seguirá.

¿Del Potro cumplió con las expectativ­as en su aventura parisina? Sí, si se tiene en cuenta que arribó con autoridad a la segunda semana -como ya es una sana costum- bre suya en los Grand Slam- y si se repara que para ello venció a un preclasifi­cado (Marin Cilic, 21°) y a un top ten (Tomas Berdych, séptimo), que en septiembre pisará Buenos Aires para jugar la semifinal de la Copa Davis. Frente a esos dos jugadores, de estilos muy similares al suyo, Del Potro impuso un tenis de descomunal fuerza y una mayor cantidad de variantes; por ejemplo, los drop shots que le agregó a su manual para acortar los puntos y para evitarle sufrimient­os a su lesionada rodilla izquierda. Justamente, el asunto de esos pinchazos en la rodilla que le impidieron apoyarse con normalidad en el momento de sacar y le complicaro­n sus desplazami­entos hacia la derecha, también hay que contabiliz­arlo a la hora del análisis: si en inferiorid­ad física accedió a los cuartos de final -su segunda mejor actuación en Roland Garros luego de la semifinal de 2009-, ¿hasta dónde hubiera seguido en condicione­s óptimas? ¿Hubiese perdido como perdió con Federer?

La asignatura pendiente que le volvió a quedar a Del Potro es la que lo persigue desde que regresó al ruedo en 2011, tras su larga inactivida­d: ganarles a los que están por encima suyo en el ranking o, mejor dicho, a los integrante­s del poker de ases: Novak Djokovic, Rafael Nadal, Roger Federer y Andy Murray. Con el escocés no jugó en el último año y medio. Con el suizo perdió las seis veces que lo enfrentó. Con el español lo hizo en los tres partidos disputados. Y con el serbio están empatados en 1: Del Potro lo derrotó en la Copa Davis del año pasado en Belgrado, cuando Nole se retiró lesionado. Como se observa a simple vista, los números no le dan.

Del Potro sabe lo que es poner de rodillas a los cuatro. Y a Federer, además, lo superó en la memorable final de Flushing Meadows 2009, el año mágico del tandilense: es decir, lo venció en el patio de la casa del genio de Basilea. Eso necesita Del Potro: recuperar la confianza en plenitud cuando los tiene a ellos enfrente, perderles el respeto en la cancha -como se lo perdió a Federer en los dos primeros sets del martes-, hacerles sentir por qué esas mismas estrellas lo tienen a él como pronto habitante del top five. Cuando lo logre, todo lo que es Del Potro se potenciará todavía más.

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