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A 25 AÑOS DE SU MUERTE, VIDA Y VIGENCIA DE ASTOR PIAZZOLLA

A un cuarto de siglo de la muerte de Astor Piazzolla, su música brilla cada vez más. Laura Escalada, su viuda, y su nieto Pipi lo recuerdan en la intimidad.

- POR MIGUEL FRIAS FOTOS: COLECCIÓN LAURA ESCALADA

A25 años de su muerte, Astor Piazzolla compone y toca – para los argentinos, porque afuera fue siempre un semidiós– cada día mejor. El aniversari­o se cumple el 4 de julio, pero los homenajes ya empezaron. Hoy es el último día de la muestra del Museo MAR, en Mar del Plata, su ciudad natal. Otra exposición, en el Centro Cultural Kirchner, termina el 30 de este mes. Laura Escalada, viuda del músico y presidenta de la Fundación Astor Piazzolla, aportó casi todos los objetos exhibidos. Y el orgullo de haber compartido la vida entre 1976 y 1992. Y la rabia por el desprecio que él sufrió en el país.

“Armé la Fundación en 1993, al año de su muerte. Si en vida lo insultaban, le decían el asesino del tango, imaginate después. Tuve que irme. En Europa no podían creer que se lo adorara en todo el mundo menos en Buenos Aires. El quería ser reconocido acá. Cada año veníamos una semana a Buenos Aires, porque decía que necesitaba ‘nutrirse’; después nos volvíamos a París porque lo maltrataba­n. Pero era argentino hasta la médula. Recién ahora, a partir de músicos jóvenes, empezó a haber más reconocimi­ento: Astor nunca supo que iba a trascender como trascendió”.

Pipi Piazzolla, nieto de Astor, hijo de Daniel Piazzolla –también músico– y baterista de la banda de jazz Escalandru­m, opina: “Acá, ahora, mi abuelo es más valorado que cuando estaba vivo. La gente que lo combatía, sectores tradiciona­listas del tango, se quedó sola o ya no está. El tango se modernizó. De hecho, muchos jóvenes se sumaron al tango por la música de Piazzolla. En Europa lo interpreta­n las orquestas sinfónicas: su música les puede sonar nostálgica o violenta, una fusión de clásica, jazz, tango, música popular; mugre, excelencia y melodías hermosas. Allá no lo ven desde la perspectiv­a del ‘músico que quiso revolucion­ar al tango’. Afuera es un compositor de música universal”.

Escalada, cantante lírica, locutora, conductora y actriz, conoció a Piazzolla cuando ella era muy joven y estaba en un coro con Aníbal Troilo. “Estuve dos años con Troilo, lo adoré. Un día se apareció con Astor. Astor entró con partituras bajo el brazo, fumando como un murciélago, enojadísim­o, los dedos oscuros de nicotina. Yo estaba en mi mundo, estudiaba en el Colón, ni lo conocía. Me recomendar­on que lo escuchara. Desde entonces, empecé a amar su música: a amarlo a él. Hasta que lo tomé como a un dios. Para mí, era Dios.”

En 1976, Escalada trabajaba en el programa televisivo Matiné. Ahí volvió a encontrars­e con Piazzolla, que fue como invitado. “Se suponía que debía entrevista­rlo yo, pero el machismo hizo que no. En los cortes, hablaba conmigo. Había tenido un infarto, estaba solo como una ostra. Me invitó a un concierto. Criada a la antigua, le dije que no iba sin mis compañeros de trabajo. Nos consiguió fila uno. Después me invitó a cenar y le planteé lo mismo. Pobre. No sabía que ganaba poca plata. Nos llevó a El Tropezón. Tomamos sopa y comimos osobuco: me daba pedacitos con pan.”

Después Piazzolla buscó, obvio, el encuentro a solas. A pesar de su devoción, Escalada no se la hizo fácil: “Un día me llamó y me dijo que se había envenenado, que había comido algo de una lata vencida. Pensé que podía tener botulismo, le aconsejé que llamara a un médico. Al día siguiente, me invitó a comer. Pero si estás envenenado, le recordé. Ya estoy bien, me dijo. Me preguntó si me gustaba el ajo. Con locura, le dije, y se entusiasmó: ‘ Una mujer a la que gusta el ajo, qué belleza’. Al poco tiempo nos fuimos a París”.

Escalada dice que es difícil estar con un genio, aunque más difícil es serlo. Pipi Piazzolla habla de la combinació­n necesaria de talento y sudor: “Hay artistas tan buenos que no le ponen garra, que se aburren, que no se esfuerzan al máximo por mejorar. Mi abuelo era un genio que trabajaba muchísimo. Era el Messi, el Federer de la música. Trabajaba muchas horas por día. Se levantaba a las siete a componer. No se conformaba con su don intergalác­tico”.

“Escribía una genialidad y ya quería

superarla – completa Escalada–. En casa tocaba el piano, no el bandoneón, salvo una vez en París, para mi cumpleaños. A veces componía en la oscuridad, con los ojos cerrados, moviendo la cabeza. Tenía un mundo interior secreto y un nivel de autoexigen­cia extremo. Su estilo era eléctrico, de una potencia que trascendía su cuerpo.”

Algunos pasatiempo­s lúdicos, elementale­s, casi infantiles, lo ayudaban a emerger del torbellino creativo. Le gustaba, según Escalada:

1) Ponerse máscaras. “Tenía de Frankenste­in, de viejo, de monstruos. Le divertía dar miedo. El problema es que usaba siempre la misma remera; le decía: así no vas a asustar a nadie.”

2) Bromear con chascos. “Yo se los compraba en una casa que ya no recuerdo si estaba en la calle Talcahuano o en Libertad. Le regalé la mano eléctrica.”

3) Contar y que le contaran cuentos. “Me pedía que lo hiciera a la noche, porque le costaba conciliar el sueño; dormía muy mal. Cuando le tocaba a él, contaba historias muy imaginativ­as. Tenía talento para todo lo artístico.”

Su pasión más famosa, fuera del arte, era pescar tiburones en Punta del Este. “Lo llevaba a las seis de la mañana: él iba contento, cantando en italiano –recuerda Escalada–. Alquilaba una barca llamada Dante. No se daba más lujos que la pesca. Se internaba en mar abierto, muy lejos de la costa. Amaba quedarse solo con los tiburones. Volvía a casa a las 8 o 9 de la noche, feliz, con las piezas.”

Para completar esa imagen de artista de acción, a lo Hemingway, hay anécdotas arrebatada­s, también de Punta del Este. “A mediados de los ‘80 estaban haciendo un asado allá y mi abuelo agarró gran parte de sus partituras, gran parte de su historia, y las tiró al fuego. Mientras se quemaban, dijo: ‘Hay que mirar hacia adelante’”, cuenta Pipi. Y también, que su abuelo no le aconsejó que estudiara música, aunque le regaló la plata para su primera batería y le dijo: “Bien, pibe, sé pobre pero sé feliz”, cuando él abandonó Marketing (duró medio día) y decidió ser músico. “La música de mi abuelo es inagotable. Todavía seguimos descubrién­dola”, dice Pipi.

¿Qué hay de la fama de hombre agre-

sivo? Escalada reconoce que, cuando empezó el noviazgo, su madre se le apareció aterrada. “Traía un artículo en el que Amelia Baltar (sic) hablaba de él como un monstruo con el que había compartido parte de su vida. Me asombró: Astor era un gentleman, el hombre más fino de la Tierra. Reaccionab­a, lógico, ante las agresiones. O a veces buscaba escandaliz­ar en las entrevista­s, como Borges. Por ejemplo, cuando dijo que no le gustaba que dos hombres cantaran estilo pareja, como en la orquesta Varela Varelita. A falta de argumentos musicales, Varela lo atacó con los problemas que Astor tenía en una pierna.”

Aunque Piazzolla no era futbolero, su nieto evitó llevarlo a la cancha por el carácter que tenía. “De joven simpatizab­a con Racing porque varios amigos le habían quemado la cabeza. Pero ya de grande me pedía que le cantara canciones de la hinchada de River y que lo llevara a ver un partido; medio que se hizo hincha. No lo llevé: era un tipo calentón, peleador, a esa altura había tenido infartos, bypass; tuve miedo de que se me quedara en pleno Monumental.”

Según Escalada, el carácter pasional de Piazzolla se reflejaba en el sexo: “Fue un gran amante. Era muy bueno en la cama. Muy cariñoso. Te acariciaba, te besaba, te decía cosas hermosas, no era bruto. Era un hombre hermoso, fascinante. Es increíble que haya sido como fue”. Además, la viuda intenta vincular la originalid­ad artística de Piazzolla con su modo, más debatible, de combinar la ropa. “En los ‘70 se me aparecía con pantalón gris, camisa a rayas y saco a cuadros. ¿Qué opinás? Era un precursor.”

Escalada estaba segura de que él iba a morir sobre un escenario. “Esperaba eso. Lo que pasó fue infame, triste. El 4 de agosto del ‘90, estábamos en París; yo había traído agua bendita, que le pasaba por la cabeza. Mientras me bañaba, él fue a vestirse a una habitación. Salí envuelta en una toalla y no podía abrir la puerta. Pensé que era una broma. Pero estaba caído. Alcanzó a decirme: ‘Laura, ¿me estoy muriendo? Me voy a morir, ¿verdad?’ Fueron sus últimas palabras.” Piazzolla, que había sufrido una trombosis cerebral, murió casi dos años después en Buenos Aires.

 ??  ?? 1. FUELLES Uno de los bandoneone­s de Piazzolla. Para ensayar en su casa, usaba un piano. -
1. FUELLES Uno de los bandoneone­s de Piazzolla. Para ensayar en su casa, usaba un piano. -
 ??  ?? 3. AMIGOS Música y amistad unieron a Troilo y a Piazzolla. Laura Escalada conoció a Astor a través de Pichuco: “Troilo tocaba como era él, tranquilo; Astor, en cambio, era eléctrico”.
3. AMIGOS Música y amistad unieron a Troilo y a Piazzolla. Laura Escalada conoció a Astor a través de Pichuco: “Troilo tocaba como era él, tranquilo; Astor, en cambio, era eléctrico”.
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Vinilo de 1971, con su orquesta de cuerdas.
2. DISCOS Vinilo de 1971, con su orquesta de cuerdas.
 ??  ?? HUELLAS. Una muestra en el Museo MAR y otra en el CCK recorren su vida.
HUELLAS. Una muestra en el Museo MAR y otra en el CCK recorren su vida.
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 ??  ?? Pipa de Piazzolla, al que le fascinaba el tabaco. Dice su viuda: “Cuando lo conocí, fumaba como un murciélago; después dejó”. -
Disco de 1965.
Pipa de Piazzolla, al que le fascinaba el tabaco. Dice su viuda: “Cuando lo conocí, fumaba como un murciélago; después dejó”. - Disco de 1965.
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