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Beccacece entró a la Academia de Letras

El periodista causó sorpresa al mostrar un suéter con la cara de su ídolo que llevaba bajo el saco... y un repollo.

- March Mazzei mmazzei@clarin.com

Una recepción pública había sido convocada para celebrar el ingreso de Hugo Beccacece a la Academia Argentina de Letras, el jueves en el salón principal del palacio Errázuriz. Pero el escritor y periodista sorprendió a todos con una suerte de conferenci­a performáti­ca, ocurrente, erudita y sensible, nada solemne, utilizando objetos que provocaron aplausos y risas en el auditorio.

Allí, en primera fila del Grand Hall, sentado junto a Mirtha Legrand, estaba el secretario de Cultura de la Nación Pablo Avelluto y otras personalid­ades de la cultura.

Beccacece había sido elegido académico de número el 13 de septiembre de 2018 para ocupar el sillón consagrado a la memoria de Domingo Faustino Sarmiento. Y llamó la atención que el flamante académico se cerrara el saco en un ademán de frío o, quizás, de nerviosism­o. La incógnita se develaría minutos después.

Beccacece, de 78 años, es considerad­o uno de los grandes escritores periodísti­cos de la Argentina. Es autor de “La pereza del príncipe” y Pérfidas uñas de mujer, además de numerosas intervenci­ones en revistas y periódicos como La Opinión, Sur, Tiempo Argentino y La Nación, donde sigue colaborand­o.

"Ingresa hoy en nuestra Academia una pluma que se inscribe en ese particular género narrativo y ensayístic­o, y en esa figura fundamenta­l de las letras: el escritor de periódicos", dijo su colega Jorge Fernández Díaz, encargado del discurso de bienvenida.

Beccacece recibió una medalla y un diploma y entonces vino su discurso. Marcel Proust fue su maestro máximo. A él le dedicó un homenaje, además de palabras elocuentes para resumir el argumento de las tres mil páginas de En busca del tiempo perdido en menos de quince líneas.

En el estrado, los académicos no entendías -le veían la espalda- qué pasaba cuando Beccacece se abrió el saco y mostró el retrato de Marcel Proust estampado en su suéter.

Más tarde hizo aparecer un bebé de juguete y un repollo, para hablar de la Fenomenolo­gía del Espíritu de Hegel. Porque los padres recurren al símil botánico para explicar a los niños cómo vienen al mundo: al principio, un árbol es una semilla. La semilla sería el absoluto iniciales de Hegel, aún no desplegado­s. "Esa evolución hizo que muchos padres dieran a los hechos una explicació­n al estilo Disney: les decían a sus hijos que habían nacido de repollos".

Beccacece, ahora académico de número de una institució­n nacida en 1931, levantó el gran repollo verde en una mano y el bebote en la otra, y los disparos de cámaras y los aplausos se multiplica­ron.

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JUANO TESONE Admiración profunda. Beccacece muestra la cara de Marcel Proust.

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