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“Amamos a Rodrigo y no queríamos lastimar ni a él ni a su familia”

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Es especialis­ta en investigar a personajes y acariciarl­os con la cámara. Lo hizo, mucho antes que con la biografía de Gilda, con Ada Falcón, en 2003, cuando junto a Sergio Wolf filmaron el documental Yo no sé qué me han hecho tus ojos, un rescate de la cancionist­a que en los ‘40, en pleno apogeo, se retiró de la vida pública.

Lorena Muñoz (Los próximos pasados, filme sobre el artista plástico David Alfaro Siqueiros y aquel mural realizado en el sótano de la mansión del empresario Natalio Botana) podría ser de ahora en más la directora especializ­ada en “cine biográfico bailantero”, pero no. Su búsqueda es otra. “El Potro” ya había sido materia estudiada por ella, que había dirigido para canal Encuentro una serie de documental­es sobre personajes populares argentinos.

“De todo el proceso, lo que más me apasiona es la investigac­ión, las entrevista­s, escuchar al otro, conocer a fondo una historia. En este caso me gusta decir que es una historia inspirada más que basada en hechos reales. Me interesa el hecho cinematogr­áfico antes que respetar a rajatabla cómo sucedieron las cosas. Además, siempre hay distintas versiones de cómo pasaron, así que siempre estaremos eligiendo una versión”, explica Muñoz, que escribió el guión junto a Tamara Viñes y esperó la autorizaci­ón de Ramiro, el hijo de Rodrigo.

¿Por qué el foco en ese costado herido, vulnerable del ídolo? ¿Cómo contar con recaudos una historia de adicción? “Hay un conflicto insinuado, pero jamás vemos al personaje tomar nada”, advierte la directora. “Hubo un especial cuidado con eso. Lo amamos y no queríamos lastimar ni a él ni a su familia. Además, queríamos corrernos del lugar de quien juzga o condena. Ya de por sí la vida es dura como para enjuiciar las debilidade­s. Cada uno hace lo que puede para transitar esta vida”.

¿La ciudad de Buenos Aires corrompió a Rodrigo? “Está un poco esa idea. Él se va de sus orígenes, de su familia. De hecho lleva a su mujer y a su hijo a Córdoba como para refugiarlo­s, protegerlo­s mientras él sale a ‘cazar’, a esa vorágine del mundo del cuarteto y la cumbia. Ese ascenso al éxito es también un descenso a nivel personal. El negocio en el que se movía Rodrigo es complejísi­mo y tiene sus reglas, y él tuvo cierta facilidad en un principio por tratarse del hijo de Pichín Bueno (de la industria discográfi­ca cordobesa)”.

¿En qué puntos se rozan las películas de Gilda y Rodrigo? “Son historias de personas que tienen una búsqueda espiritual. En el caso de Gilda, ella logra alcanzarla, en el caso de Rodrigo, él está en esa búsqueda y cuando parece que lo logra, la vida se lo lleva”.

¿Por qué la infancia es un tramo no narrado en la biopic? “Había tanto para narrar que no quisimos perder tiempo. Fuimos directo al giro. Películas sobre Rodrigo ya existía una, esta es una segunda, y quién no dice que habrá una más. Cada realizador elige un período para narrar. Cuando investigam­os sobre su historia y entendimos que durante diez años había tenido una carrera meteórica, una búsqueda inmensa, un disco hasta de salsa, vimos que era interesant­e esa etapa. A eso se suma la historia con sus mujeres, sus hijos, lo mediático. Decidimos poner la lupa ahí”.

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De Gilda a Rodrigo. Muñoz (46 años), fascinada con ambos mitos.

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