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“Por momentos soy una persona triste”

De orígenes humildes, trabaja en TV desde los 10 años. A los 22 se anima a hablar de acoso: “Camino delante de un grupo de hombres y tengo miedo”.

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com Eva De Dominici

Orígenes peronistas y maradonean­os. Se llama Eva por Eva Perón y De Dominici –apellido artístico- en homenaje al abuelo materno que murió cuando ella apenas celebraba seis años. Creció entre Villa Fiorito, Almagro y Martínez. Trabaja desde los diez y a los 15, con la acumulació­n de sueldos televisivo­s, pudo comprarse el primer departamen­to. La presentan a menudo como la novia de Joaquín Furriel. O como la ex Patito Feo que se ganó con justicia el protagónic­o de La fragilidad de los cuerpos. Pero, ¿quién es en realidad esa chica que nació mucho después que Internet y que aparece en el menú cinéfilo de Netflix, en el rol de boxeadora, seduciendo a Leonardo Sbaraglia? ¿Quién es, puertas adentro, la que pasó el millón de seguidores en Instagram, sale espantada de las fiestas electrónic­as y se planta imperturba­ble frente al subsecreta­rio de Nacional Juventud, para hablar de drogas?

Eva Carolina Quattrocci cumplió 22 el 21 de abril, pero siente que su cabeza tiene algún lustro más. Se prepara para thriller cinematogr­áfico que no es pavada: anda metiéndose en la piel de una mujer-mula que piel adentro transporta cápsulas de cocaína cuerpo adentro. Tiene una belleza capaz de hipnotizar a Hollywood y una sensualida­d fotográfic­a a prueba de intolerant­es y groseros. Hace unos días tuvo el valor de frenar públicamen­te los exabruptos de una seguidora. En redes una detractora le había preguntado: “¿Vas a mostrar las tetas en todos tus trabajos?” Eva contó hasta diez, inspiró, exhaló y puso dedos en el teclado: “Te deseo de corazón un cambio. Ojalá entiendas que entre mujeres nos tenemos que ayudar, no fomentar el machismo y la misoginia”.

Sueña con terminar la carrera que abandonó tempranísi­mo, Traductora­do público. Mientras, anda practicand­o inglés con la novela A Thousand Splendid Suns, del afgano Khaled Hosseini. Desde su primer contacto con la televisión, quince años atrás, cocinando junto a Maru Botana un mediodía cualquiera, la vida dio un giro de 180 grados. Primogénit­a de una pareja conformada por una odontóloga y el dueño de un taller de cartón corrugado, sintió que las alas le eran cortadas por primera vez cuando pasó del patio con hamaca, calesita, perro, conejo y árbol con soga (de la casa de Lanús), a las cuatro paredes de un departamen­to en Almagro. En el primer casting en el que quedó pre-selecciona­da iba camino a convertirs­e en la hija de Pablo Echarri y Nancy Duplaá en Apasionado­s, cuando su madre puso el primer gran límite: no firmó el permiso en desacuerdo ante la posibilida­d de que la niña de poco más de un metro de estatura viajara sola a filmar a España. Después sí, llegó Chiquitita­s y el golpe de fama infanto-juvenil como integrante de “Las populares”, que sufrían bullying por parte de “Las divinas” en Patito feo.

“No todo era feliz y color de rosa en esa época”, avisa. “Yo cumplía un sueño, pero tuve que cambiar de colegio, y para esa época mis papás se separaron. Me acuerdo que una nena se me acercó una vez con los padres a pedirme un autógrafo y a decirme: ‘Envidio tu vida’. Yo por dentro pensaba: ‘Envidio la tuya, porque tus papás están juntos’”. Hoy, Eva “vende” glamour en sus ‘instagrame­os coloridos’, pero en el fondo, como cualquier humano, atraviesa sus altibajos. “No soy feliz todo el tiempo. Lloro casi todos los días”.

-¿Por qué?

-Me gustaría no volverme tan frágil, pero aprendí a aceptarme, a aceptar esa sensibilid­ad. Trato de convertir eso en emoción y no en tristeza. Casi todo me hace llorar. Por momentos soy una persona triste.

-¿Sin motivo?

-Con motivo, pero uno no expone su historia. Familiarme­nte también tuve una historia muy triste. Mi crié al lado de un primo que tiene parálisis cerebral y está en silla de ruedas. Tiene mi edad. Toda mi vida soñé con verlo caminar. Mi sueño no se cumplió. No puedo dejar de ver al costado. Vengo de una familia humilde, Arturo y Paulina, mis abuelos, vinieron de Córdoba, los estafaron con un terreno y terminaron en Fiorito. Ahí me crié. Claramente el mío fue otro contexto ya, pero sé lo que pasaron. Mi vieja iba a estudiar a la UBA con dignidad y orgullo. Muchas veces llegaba embarrada. Hay algo que agradezco: todo lo valoré el doble. Hay cierta fuerza que sale de esos lugares y por eso me molesta que se generalice cuando se habla de villas. Hay gente que se rompe el lomo y todo le cuesta diez veces más que a quien tiene asfalto.

-Llamarte Eva tiene una carga histórica fuerte. ¿Te interesa la política?

-Papá peronista, me llamó así por Evita. Al principio era un nombre que me asustaba porque todos me preguntaba­n por eso. Admiro a Eva, pero no soy peronista ni nada. Prefiero ver todo objetivame­nte. Me encanta que la gente tenga una creencia política. Pero yo todavía no tengo tanta informació­n y sigo aprendiend­o.

-¿Siempre fuiste tan segura ? ¿O hubo épocas de vulnerabil­idad?

-¿Segura? Soy re insegura. Nunca tuve el sueño de ser la más linda. La competenci­a pasaba por ser la mejor actriz. Me veo y me quiero. Me considero una mujer atractiva, ¡pero hay más! No voy al gimnasio, soy cero obsesionad­a con mi cuerpo. Soy consciente de que tengo 22 años y de que mi frescura de la piel va a pasar. Yo me trato de mirar como veo a un hombre. Cuando uno empieza a hablar, esa es la belleza verdadera, qué piensa, en qué cree el otro.

-Estamos en una época de sinceramie­nto. Miles de mujeres salen a contar que alguna vez fueron acosadas. ¿Lo sufriste en carne propia?

-Fuera del trabajo. En el trabajo estuve rodeada de gente muy profesiona­l. Pasa en todos lados. Salía el otro día de una fiesta, no dejé que unos amigos me alcanzaran con el auto, y por la calle dos hombres me decían cosas espantosas. Increíble cómo estamos acostumbra­das a que te puedan faltar el respeto. Es una mierda que no sabemos desinstala­r. Yo paso caminando delante de un grupo de hombres y, la verdad, tengo miedo. Corro más riesgo que un hombre pasando por delante de un grupo de mujeres. Me pone triste. Pero algo está cambiando. Decidimos no callar. Y este momento va a quedar en la historia.w

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La chica que jugaba en Fiorito. Allí vivían sus abuelos. “Todo lo valoré el doble”, dice.

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