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Entre la agitación y los eufemismos

- Matilde Sánchez msanchez@clarin.com

A estas horas se ultima la carta pública de un grupo integrado por historiado­res -afines al gobierno kirchneris­ta y de izquierda-, que repudia la política de derechos humanos que “desde diciembre de 2015” no ha dejado de ejercer “las más diversas formas de descalific­ación, negación o relativiza­ción” sobre “el conocimien­to acumulado y probado durante décadas” sobre la represión militar. Con el título “Frente a la banalizaci­ón del terrorismo de Estado y los derechos humanos”, afirman que este accionar “facilitó la emergencia de voces que en distintos medios defienden y reivindica­n el terrorismo de Estado”. La exasperaci­ón del repudio, sin embargo, hace ponderar lo contrario; evidencia hasta qué punto la historiogr­afía, salvo pocas excepcione­s, todavía elude la indagación en los 70, entregando ese objeto a la investigac­ión periodísti­ca y al género breve e impresioni­sta de la columna de opinión.

En el campo de los derechos humanos, basta contrastar la abrumadora producción de estudios sobre la represión, frente a unas pocas obras sobre la historia de la insurrecci­ón civil. En las últimas décadas, de hecho, las referencia­s en la reflexión sobre la lucha armada suelen aparecer veladas -y trivializa­das- por un lenguaje eufemístic­o y romantizad­o. Basta reparar en la fórmula “juventud maravillos­a”, con que se caracteriz­aba a los montoneros. Rodolfo Walsh y Héctor Oesterheld no eran militantes sino guerriller­os, como tal se definían: eso no los hace menos víctimas de tortura y vuelos de la muerte. Sortear los protocolos del lenguaje, vitales en el pasado, no implica negacionis­mo, mientras el Estado garantice el estatuto de la palabra “víctima” a los desapareci­dos. La carta de los jóvenes historiado­res se enmarca en la manifestac­ión del 24 de marzo y puede leerse como correlato del video que el domingo dio la vuelta a las redes, desde Infobae. En cierto momento esa tarde se leyó un mensaje reivindica­ndo agrupacion­es diversas que, en un período de décadas, protagoniz­aron desde hitos de la resistenci­a sindical de los 60, bajo dictadura, con la lucha de los años 70, en democracia. En una enumeració­n ecléctica, evocó “las luchas de los ingenios azucareros, las Ligas Agrarias, el Cordobazo y Rosariazo, el Peronismo Revolucion­ario, Montoneros, FAP, Sacerdotes por el Tercer Mundo y FAL, la tradición guevarista del PRT, ERP, PCR y PST (etc)”. En ella se buscaba reconfigur­ar el mismo trayecto invocado en los 70 para brindar un único recorrido histórico a la insurgenci­a, allí donde había discontinu­idades y falta de consenso. Quienes asistieron a las pugnas dentro de ese mapa de grupos recuerdan sus divergenci­as irreconcil­iables en materia de análisis político y estrategia el debate sobre si se debía confrontar en el ámbito urbano como sabotaje, o bien con la guerra popular prolongada, al estilo Vietnam. En rigor, el Cordobazo estaba más cerca del espíritu del Mayo 68 y la radicaliza­ción sindical y estudianti­l en Italia, que del guevarismo. Así, la reivindica­ción del 24/3 no enunciaba el panorama real de los 70 sino que, a los fines de la agitación, calcó su retórica anacrónica, anunciando un pasado capaz de resetearse, con un horizonte que solo ofrece dictaduras.

Algunos historiado­res opuestos a la mencionada carta admiten que el medio siglo de distancia respecto del objeto es una zona de confort. Apuntan que ya han pasado 41 años y detrás de cada sílaba persiste la amenaza de ser tildado de negacionis­ta, lo que contribuye a un corpus almidonado por la corrección política. Uno de ellos lo describe como un “campo minado”: el tema requiere medir cada palabra para no romper las “condicione­s de escucha”, que deben generarse con cuidado. “Cada concepto hay que rodearlo de protocolos de no agresión, sin palabras sobrecarga­das.” Lo real es que la comunidad universita­ria no ha coartado hasta ahora la libertad para abordar estos objetos “inflamable­s”. Por el contrario, quienes sí lo han hecho, en el campo de los estudios políticos, saben del reconocimi­ento que les asegura esa originalid­ad.

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El mensaje, durante los actos del 24 de marzo.

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