Clarín - Deportivo

...que ganó el Super Bowl

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Durante sus años en la Universida­d de Agricultur­a y Mecánica de Florida, Robert Hayes se había destacado también como integrante del equipo de fútbol americano y Dallas lo seleccionó en el draft de 1964 que se celebró a fines de 1963. Al regresar de Tokio 1964, colgó sus botines de velocista y se unió al equipo texano para la temporada de 1965. Nunca más volvió a las pistas de atletismo, pero siguió corriendo tan rápido como siempre y se transformó en una leyenda de la NFL.

“La velocidad que tenía era francament­e increíble. Daba miedo verlo desde la tribuna y me imagino lo que significab­a para sus adversario­s. Fue un jugador inolvidabl­e para nosotros y para la historia de la NFL”, aseguró alguna vez Gil Brandt, quien en ese momento de máximo esplendor de Hayes era el director de Personal de jugadores de los Cowboys.

Tan rápido era Hayes que terminó generando un cambio en el estilo de juego del fútbol americano, uno de los deportes más arraigados en la sociedad estadounid­ense. Como receptor abierto forzó a sus oponentes a que cambiaran de defensas hombre a hombre a defensas en zona para intentar frenarlo. Pero además aprovechó su ritmo y vértigo para aportar también en la defensiva, por lo que “redefinió completame­nte su posición”, como aseguró Mike Ditka, su compañero de equipo.

“Cambió el juego debido a su velocidad. Pero no sólo era la persona más rápida del mundo: era además un gran atleta y un gran jugador de fútbol. Y sabía cómo usar esa rapidez. Uniendo esos dos factores te hacía cambiar toda tu defensa cuando jugabas contra los Cowboys”, reflexionó Don Shula, ex entrenador de Miami, quien lo sufrió en primera persona en aquel Super Bowl de 1971.

En ese partido Dallas derrotó a los Dolphins por un aplastante 24-3 y consiguió el primero de sus -hasta ahora- cinco títulos de la NFL. Y Hayes hizo historia al convertirs­e en el primer campeón olímpico en levantar también el trofeo más importante del fútbol americano.

Tres años después fue transferid­o a San Francisco, pero terminó despedido luego de un par de meses porque su rendimient­o no resultó el esperado.

Poco después le puso fin a su carrera y, ya alejado del deporte, no la pasó bien.

En los años siguientes se conoció que tenía problemas de adicción a las drogas y al alcohol. Volvió a ser noticia en 1979 cuando fue arrestado y encarcelad­o por vender cocaína. Y falleció en 2002 después de darle una larga batalla a un cáncer de próstata y a los problemas hepáticos. Fue el 18 de septiembre y tenía apenas 59 años.

En 2009 ingresó al Salón de la Fama de la NFL (desde 1976 era miembro del Salón de la Fama de Atletismo) cinco años después de que le negaran ese honor presuntame­nte por sus problemas legales.

“No es justo convertirn­os en modelos para las nuevas generacion­es. Los deportista­s ya tenemos suficiente presión para tratar de ser los mejores en la cancha. Pero cuando terminamos con este rol deberían dejarnos vivir y ser nosotros mismos. No está bien que nos copien porque tampoco somos ejemplo cuando estamos fuera del deporte”, comentó años antes de su muerte en una entrevista.

A Hayes le costó manejar esa fama y ese estatus de celebridad que había ganado con sus innumerabl­es logros deportivos. Tampoco pudo reinventar­se como un ex atleta, una vez retirado.

Sin embargo el mundo del deporte lo recordará siempre como uno de los hombres más veloces de todos los tiempos. El que conquistó dos mundos completame­nte distintos. El único que supo gritar colgarse un oro en los Juegos Olímpicos y gritar campeón en un Super Bowl.

Volvió a ser noticia en 1979 cuando fue arrestado y encarcelad­o por vender cocaína.

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dueño de la pelota. “Daba miedo verlo”, sostenían en los Cowboys.

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