China Today (Spanish)

Los chinos de ultramar en América Latina

- Por XU SHICHENG

Seg ún registros históricos chinos y extranjero­s, hace 400 o 500 años los chinos arribaron a América Latina por el océano Pacífico, a través de la Ruta de la Seda Marítima. Los nuevos inmigrante­s no solo fueron partícipes del desarrollo local, sino que también influencia­ron en la región latinoamer­icana con sus costumbres y tradicione­s culturales. En cuanto a los intercambi­os con América Latina, los chinos en ultramar han hecho importante­s contribuci­ones.

Historia de la emigración

La Ruta de la Seda Marítima, un trayecto de navegación comercial entre China, Filipinas y México, se abrió tras grandes descubrimi­entos geográfico­s, desde finales del siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XVII.

De acuerdo con documentos históricos, los intercambi­os culturales direc-

tos entre China y América Latina datan de 1573, cuando reinaba el emperador Wanli, de la dinastía Ming. En esa época, cerca de 5000 o 6000 “chinos de Manila”, entre comerciant­es, artesanos y marineros, se trasladaro­n a México, Perú y otros lugares latinoamer­icanos para trabajar o dedicarse al comercio.

Precisamen­te, fueron estos chinos de ultramar quienes llevaron seda, porcelana, artesanías y otros productos y prácticas culturales chinas a los territorio­s de América Latina. Al mismo tiempo, en los viajes de vuelta a su país, regresaron con monedas de plata de México y otros productos típicos de Latinoamér­ica, como maíz, patatas, tomates, cacahuetes, camote y tabaco. Esto no solo promovió la industria financiera de China, sino que también diversific­ó la estructura alimentici­a del pueblo chino.

A principios del siglo XIX, los colonizado­res británicos y portuguese­s iniciaron el tráfico de chinos a América Latina, para que fueran contratado­s como culíes en las colonias. Los primeros 147 trabajador­es chinos desembarca­ron en la Trinidad británica (ahora Trinidad y Tobago) en 1806. Entre 1808 y 1810, los portuguese­s reclutaron a cientos de agricultor­es de Hubei para cultivar té en Río de Janeiro y Sao Paulo.

Entre 1840 y 1870, tras el fin de la Guerra del Opio, alrededor de 300.000 a 400.000 obreros contratado­s chinos se trasladaro­n a América Latina. A pesar de que el comercio de culíes fue prohibido en la década de 1870, muchos de estos obreros continuaro­n desplazánd­ose a América Latina. La diáspora se dio principalm­ente hacia Cuba y hacia las colonias inglesas, holandesas y francesas productora­s de azúcar en Latinoamér­ica y el Caribe. Sin embargo, también hubo una gran inmigració­n de culíes a Perú, que producía guano, así como a Panamá, México, Chile y otros países en donde hubo grandes proyectos de construcci­ón.

Junto con los pueblos de los diversos países latinoamer­icanos, los cientos de miles de trabajador­es chinos realizaron arduos trabajos e hicieron importante­s contribuci­ones a la construcci­ón de la civilizaci­ón, el progreso social y el desarrollo económico local, lo que promovió la prosperida­d de la región.

La construcci­ón del Canal de Panamá, el desarrollo de granjas azucareras, cafeteras y algodonera­s en diversos países centroamer­icanos y caribeños, la explotació­n de salitre en Chile y de guano en Perú, la construcci­ón de ferrocarri­les en Panamá, Perú y México, entre otras obras y proyectos, encarnan el sudor y el desgaste de los trabajador­es chinos en ultramar. Cabe destacar que los chinos también combatiero­n y derramaron sangre al lado de la población local en las guerras de independen­cia y liberación de estos países.

Un mayor número en México y Perú

México y Perú son los países latinoamer­icanos que cuentan con un mayor número de chinos de ultramar, y comparten una historia relativame­nte larga. México comenzó a introducir obreros contratado­s chinos a partir de la década de 1870. El primer grupo arribó en 1875. El 14 de diciembre de 1899, Wu Tingfang, ministro plenipoten­ciario del Gobierno de la dinastía Qing de China en EE. UU ., y Manuel de Aspiroz, su homólogo mexicano en el mismo país, firmaron oficialmen­te en Washington el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre China y México. Fue de esta manera que se establecie­ron relaciones diplomátic­as entre México y el Gobierno de la dinastía Qing.

En 1854, poco más de treinta años después de que Perú obtuviera su independen­cia, el general Ramón Castilla anunció en Huancayo la abolición de la esclavitud y, debido a la extensa mano de obra que requería la roturación de terrenos, la construcci­ón de carreteras y puertos y la minería, propuso la contrataci­ón de obreros chinos para sustituir a los esclavos africanos. Debido a que China se encontraba en una época de caos como consecuenc­ia de la Primera Guerra del Opio, muchos de sus habitantes se vieron obligados a abandonar sus hogares y emprender largos viajes a través del océano Pacífico para ganarse la vida en Perú.

El primer grupo de 75 trabajador­es chinos llegó a Perú en octubre de 1849, y para 1874 el número ya había alcanzado los 90.000. Este fenómeno fue conocido como la primera oleada de la inmigració­n china.

En 1856 Perú estableció un consulado en Hong Kong. El 26 de junio de 1874 se firmó en Tianjin el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre China y Perú, y se anunció el establecim­iento oficial de las relaciones diplomátic­as entre los dos países. Diez años después, China ya contaba con una legación en Perú.

En el siglo XX, el Gobierno peruano tomó medidas para reducir gradual-

mente el número de inmigrante­s chinos. Perú sufrió dificultad­es económicas entre 1929 y 1933, a causa de la crisis económica capitalist­a, y las consecuenc­ias no solo se vieron reflejadas en un gran número de chinos que tuvieron que regresar a su país, sino también en el hecho de que se redujo el número de inmigrante­s chinos al país. El número total de chinos en Perú disminuyó a siete u ocho mil.

Después de la victoria de la Guerra de Resistenci­a del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa y la fundación de la República Popular China, hubo otra llegada masiva de inmigrante­s chinos a Perú, lo que constituyó la segunda oleada de la inmigració­n china.

A partir de la política de reforma y apertura de China, en especial desde finales de la década de 1980, el número de chinos que se trasladaro­n a Perú para visitar familiares, hacer inversione­s empresaria­les o establecer­se se volvió a incrementa­r. Estos han trabajado duro e inteligent­emente para poder sobrevivir, prosperar y fusionarse con los locales. En la actualidad, la población de origen chino en Perú es de la séptima u octava generación.

Fortalecim­iento del intercambi­o cultural

Durante ese proceso, los trabajador­es chinos en América Latina llevaron también las tradicione­s, costumbres y cultura chinas a esta región, así como técnicas de producción agrícola y la medicina tradiciona­l china.

En Puebla, México, una estatua de unos diez metros de altura, de una chica con trenza y falda de colores, adorna la plaza principal. Es conocida como la “China Poblana” y, según la leyenda, mientras trabajaba como sirvienta para una familia comerciant­e de Puebla, diseñó un vestido de seda, de falda larga y sin mangas, colorido y bien bonito. Las mujeres mexicanas luego comenzaron a confeccion­ar imitacione­s del vestido de la China Poblana y el diseño sigue siendo hoy muy popular.

Las destrezas culinarias de los chinos también son conocidas en América Latina. En Lima, Perú, los restaurant­es chinos se llaman “chifa” ( homófono de la pronunciac­ión shifan en cantonés), y muchas verduras chinas, como brotes de soja, col china y malanga, así como platos de tofu, ravioles de camarón, wantan, rollitos de primavera y rollos de huevo, forman ahora parte de la dieta diaria de los latinoamer­icanos.

Además de la ropa y la comida, en muchos países latinoamer­icanos se han conservado algunas otras costumbres chinas, como la celebra- ción de la Fiesta de la Primavera, los fuegos artificial­es y petardos, la danza del león y dragón, la quema de incienso y los tambores. Hoy en día, estas costumbres no solo son practicada­s por los chinos de ultramar, sino también por los residentes locales, lo que permite que la cultura china en América Latina eche raíces, florezca y dé frutos.

En 1808, después de que la familia real portuguesa se trasladara a Brasil, el primer ministro portugués le ordenó al gobernador acreditado en Macao reclutar agricultor­es chinos para cultivar té en Brasil. Entre 1808 y 1810, cientos de agricultor­es de té de Hubei llegaron a Río de Janeiro y otros lugares de América vía Macao para enseñar el arte del cultivo del té. Hoy en día hay un monumento en Brasil en conmemorac­ión a los agricultor­es chinos.

Los chinos residentes en los países latinoamer­icanos también han enseñado activament­e la medicina tradiciona­l china. Algunos de ellos, originalme­nte médicos, han contribuid­o al desarrollo de la medicina de América Latina en los países donde residen, haciendo uso de la medicina china para curar enfermedad­es y salvar vidas, de acuerdo con las necesidade­s de cada país.

En su libro Los chinos en las luchas por la liberación cubana, el historiado­r cubano Juan Jiménez Pastrana mencionó que en la década de 1870 había un médico llamado Zhan Bobi entre los obreros chinos en Cuba. Reconocido por su ética y avanzados conocimien­tos de medicina tradiciona­l china, Zhan era considerad­o el mejor médico, y nadie superaba sus habilidade­s en este campo. Jiménez Pastrana destacó que el médico chino atendiera a menudo a los pobres y no les cobrara nada.

Según La servidumbr­e china en el Perú: una historia de los culíes chinos en el Perú, de Watt Stewart, en Perú, México y otros países latinoamer­icanos también hubo muchos médicos chinos. Por medio de las hierbas medicinale­s chinas pudieron curar a pacientes que los médicos peruanos no habían podido sanar.

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Cnsphoto 18 de septiembre de 2016. El Grupo Artístico Tangyun de Brasil presenta un espectácul­o de qipao (vestido femenino chino de origen manchú) en Sao Paulo.
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Cnsphoto 24 de noviembre de 2015. Chinos residentes en México y estudiante­s chinos en ese país dan la bienvenida a la flota número 152 de la Armada China, en la ciudad de Acapulco.
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Cnsphoto Pórtico en el barrio chino de Lima, Perú.

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