Armonía urbana.
El autor de la nota se pregunta si es posible pensar una ciudad sin congestión, con más bicicletas y con biodiversidad, una vez pasada la pandemia. Sus recomendaciones para lo inmediato y para lo mediato.
Manuel Ludueña ensaya la utopía de una ciudad sin congestión cuando pase la cuarentena.
El darwiniano coronavirus 19, de modo silencioso e invisible a la vista, reconfigura el estilo de vida cotidiano. Reaparecieron los barrios entre la solidaridad, las compras y el terror. Un cielo limpio, con calles casi sin ruidos ni basura. Se escuchan y se ven pájaros y mariposas. Es el fotolito de décadas pasadas a los primeros días de marzo de 2020.
Cuando en el año 2000 promovimos el Dia Sin Mi Auto (22 de septiembre) solo se redujo el 10% de ello -1 de cada 10-. Estas semanas vinos a la ciudad casi sin autos ni congestión, ni accidentes, ni viajes al Área Central; con más bicicletas, motos y una peatonalidad restringida en aras de cuidarnos de los contagios, con un sol suave y pájaros que vivenciamos desde nuestras ventanas, balcones, pasajes o veredas como un espacio mágico, un espacio de biodiversidad urbana. Es una novedad, mayor que la ciudad con nieve. ¿Una ciudad así, sin pandemia, será posible?
Ello nos induce a evaluar las buenas condiciones ambientales, a cuestionar al consumo superfluo y a los desplazamientos redundantes. ¿Se podrá organizar la ciudad para un mejor vivir, en lugar de sentirnos permanentemente agobiados? ¿Podemos soñarla? ¿Podremos contribuir para hacer y dejar a nuestros hijos una ciudad menos insalubre?
No es irrelevante que nos lo preguntemos. Más, cuando las amenazas en un mundo globalizado parece que perdurarán. Entre otros aspectos, conocidos por los biólogos , las mutaciones virales y la propagación intercontinental de pandemias son cada vez más aceleradas, o los conocidos y difundidos por los meteorólogos, como el incremento de la temperatura y la humedad en nuestra región.
La crisis, nos obliga a actuar en distancias cortas, se convierte así en una oportunidad: pensar de manera diferente, no la ciudad, sino la vida en la ciudad, para dar fuerza a lo cercano, a lo próximo, para desarrollar un máximo de servicios cerca en casa y para pasar a otra temporalidad, la de un cuarto de hora a pie o con movilidad activa: ciclismo, caminata, scooter, la “proximidad multiservicio”.
La cruel situación sanitaria de estos días, que sabemos peligrosa y transitoria, pone una agenda socioecoambiental evidente, sin discursos fundamentalistas ni dilaciones:
En lo inmediato
• Servicios sanitarios, de salud, alimentos, vacunas y equipamientos básicos públicos que abarquen con urgencia el Área Metropolitana Buenos Aires, no solo a los sectores más consolidados. Prevención y bienes públicos comunes en desarrollo.
• Prohibir los desplazamientos unipersonales en autos y su prioridad en las grandes avenidas, rutas y autopistas urbanas. Proteger a la ciudad sin ruido, ni contaminación atmosférica, ni accidentes viales por la proliferación de vehículos motorizados.
• Fomentar las actividades barriales para generar empleos mediante la rehabilitación sostenible de casas, departamentos y edificios comerciales, de producción y de servicios -mediante, por ejemplo, la adaptación de ventanas sin pérdidas de calor y aislantes de ruidos, agua caliente y calefacción térmica solar, uso de la bicicleta y ampliación de las áreas peatonales. • Disponer de tierras gubernamentales para huertas urbanas, en primera instancia en el Gran Buenos Aires con el apoyo de instituciones técnicas y científicas estatales.
En lo mediato
• Necesitamos una ciudad sin alta densidad edilicia y poblacional, con calles densamente forestadas, espacios verdes y veredas generosas en toda la trama urbana -no concentrada en la ribera de los ríos-. Planificar con los vecinos de los barrios y comunas “buenos aires”, sin congestión, con habitaciones soleadas, más peatonalidad y accesibilidad universal, con calles forestadas y espacios verdes bien distribuidos.
• Auspiciar una descentralización progresiva de las actividades del Área Central a centralidades barriales o comunales y en los bordes de las Avenidas 27 de Febrero y Gral. Paz. Incluso, acordar la relocalización federal de las unidades administrativas nacionales. Revalorizar los barrios pacificando el tránsito y favoreciendo el patrimonio social y el trabajo local.
Cada habitante, como práctica democrática, agregará más y mejores propuestas, en lo posible no para incrementar las ganancias inmobiliarias del suelo sino para equiparar al Sur y al Norte sin expulsar a ningún vecino, para revalorizar el paisaje en diversidad -social, ambiental y económica-, para igualar las condiciones de vida de toda el AMBA.
Debemos salir del caos: complementar al Yang. Antes de rendirnos debemos intentar encontrar los buenos aires en un sistema de Directrices Metropolitanas Concertadas, el Plan Urbano Ambiental actualizado y un Código Urbano Ambiental de los habitantes. Técnicas probadas facilitan un pronto rediseño urbanístico como: la pacificación del tránsito, la accesibilidad universal, la rehabilitación sostenible, el resguardo del patrimonio social y del paisaje cultural.«