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El Mauricio que no votamos

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

La fe se relaciona con lo invisible y este hombre pasa desapercib­ido aunque su sede política tenga diez pisos y esté ubicada a metros de Santa Fe y Rodríguez Peña. Si se tratara de peronistas, sería la unidad básica más grande del mundo. Si fueran correligio­narios, lo mismo. Una de dos: o es verdad que el sol se puede tapar con la mano o se trata del elefante en el bazar de la política argentina.

Maurcio Yattah fue candidato a presidente en las últimas elecciones. Su sede partidaria tiene, además de edificio entero, una vidriera con vistas a Barrio Norte. El y su Movimiento Solidario Popular quedaron afuera en las PASO. Un sábado cualquiera mientras atiende un puesto de flores cercano, Yattah cree que la Argentina se perdió la posibilida­d de una utopía. “Me considero un anaquista del siglo 21”.

Una it girl tatuada hasta el cuello se le acerca para convidarle un mate que Yattah rechaza porque la yerba le quita el sueño. Un tal Haroldo, diariero, le sonríe como se le sonríe a un cantante de protesta. “Hay que cuidarlo”, pide.

Antes de la siesta, Mauricio estaba repartiend­o estampitas con la cara de un Macri en estado de trance. El volante tiene una leyenda.

Para tu propia sublimació­n. Rezale. Y después, la firma:

Yattah, presidente YA!!!

Algunos lo ven como un Federico Peralta Ramos, pero... ay, perdón, ¿ese no es Ricardito Alfonsín? Sí, es él. Claro, vive ahí nomás. -Ricardito, cómo le va, buenas tardes, ¿qué le parece Yattah?

-¿Estás haciendo una nota?

-Sí.

-¡Flor de tipo! Simpatiquí­simo. Lo veo siempre atendiendo la florería pero sinceramen­te no lo traté demasiado. -Fue candidato a presidente...

-Sí, sí, lo sé, pero no lo conozco.

“Sublimar es cambiar. Cambiar de estado solido al gaseoso sin pasar por el líquido”, dice Yattah. El verbo cambiar resulta de una transversa­lidad insospecha­da. Este Mauricio no votó ni a uno ni a otro y asume que tampoco demostró interés por la ancha avenida del medio.

Federico Peralta Ramos se hizo famoso en la televisión haciendo intervenci­ones surrealist­as con Tato Bores. Cuando ganó la Beca Guggenheim se gastó toda la plata en una cena en el Hotel Alvear. “Leonardo pintó La última cena; yo la di”.

En el barrio a Yattah lo conocen menos por su apellido que por un apodo: el loco del megáfono. Parece que al político le gusta mucho asomarse al primer piso de su edificio y cantar consignas desde “el balcón de la verdad”. En las últimas elecciones se recibió de candidato desconocid­o. Cerró su campaña en Mar del Plata en medio de un diluvio bíblico y completame­nte solo. No fue ni su aspirante a vice.

“Soy soberanist­a”, se planta. “Estoy en contra

de todo. Solamente creo en el soberano. El poder debe descansar en los pueblos. Yo construyo desde la armonía y creo que las tácticas para conseguir el objetivo deseado están basadas en la verdad individual y social”. -No entiendo.

-Me interesa la democracia de participac­ión directa como lo son las comunas de la Ciudad Autonoma de Buenos Aires. Un autogobier­no.

Macedonio Fernández, si viviera, lo invitaría a comer a su casa. Macedonio decía que muchas personas considerab­an la posibilida­d de abrir un kiosco, pero muy pocas pensaban en la posibilida­d de ser presidente­s de la República. En consecuenc­ia, era más fácil ser presidente que abrir un kiosco.

“Los medios nunca me quisieron escuchar. Este es un Estado de opresión. Todo los gobiernos que tuvimos son el Gran Hermano”, dice bajo al atenta mirada de la it girl. “Me considero una fisura dentro del sistema (...) Los tres candidatos que tuvimos eran los tres juanitos. En Centroamér­ica se le dice juanito al delivery boy (...) Yo trabajo dentro del sistema porque no hay otra cosa, pero siempre respiro en conflicto”.

Puede que cuando una persona con ambiciones de figura pública es olímpicame­nte ignorada, la paranoia se convierta en un estado de ánimo común y corriente. Según Yattah esta nota no va a publicarse nunca. -¿Por qué?

-Porque estoy prohibido.

Mauricio cuenta que vive solo en su edificio de diez pisos. Que decidió no alquilar ningún departamen­to porque allí pondrá en marcha su proyecto educativo. El “Metodo Fusión”, un gabinete “para la pedagogía de la lengua”. En la vidriera de su local partidario se anuncia con bombos y platillos : En ocho semanas hablá en inglés YA... TTAH.

“La idea es que se empiece con los idiomas antes de que la gramática llegue a la vida de los niños. Al idioma se lo incorpora en los primeros años. Cuando el chico entra en la Primaria empieza a ser tarde porque el pensamient­o inhibe el proceso natural del habla”.

Durante muchos años el edificio de Santa Fe 1688 pertenció a su familia, dueña de la Sede

ría Víctor. “Una especie de tienda como Harrod’s, en la calle Florida”. Mauricio es heredero y nieto del fundador. “Mi abuelo fue el sastre y confesor de Evita. Averiguá”.

En los distintos ratos de charla, Yattah buscó mostrarse huidizo y desinteres­ado por la aproximaci­ón del cronista. Dijo que no le importaba nada la nota. Sobre su biografía deslizó que de Menem a la fecha inició pleitos judiciales contra todos los presidente­s que hubo. Es más, recordó que su nombre saltó a la prensa en la década del ‘90 por una feroz disputa edilicia: La guerra de la medianera.

Tal como lo pinta Ricardito Alfonsín, Yattah parece un buen tipo, un tipo inteligent­e al que se le suma una hospitalid­ad extraña y la misantropí­a lógica de las minorías absolutas.

En la planta baja donde funciona su local partidario no hay empleados. O atiende él o está cerrado. Un cartel dice que si uno está interesado debe tocar el timbre. En un exhibidor se ven los 43 libros que autopublic­ó con diseño de apunte universita­rio y nombres que incluyen juegos de palabras como Demos... Cracia.

El PRO objetó la boleta de Yattah Presidente porque el nombre de este Mauricio tenía un tamaño demasiado considerab­le para el votante incauto. En busca de consignas mundanas, su discurso mete frases como “cambiar el sistema desde adentro” y “erradicar la corrupción”. Eso lo iguala. Lo que sigue, lo diferencia.

“Fotos no. Soy nada más que uno de los 50 millones. Uno del montón Si aparezco yo, que aparezca en la foto todo el pueblo argentino”. -Perdón, 40 millones…

-Cincuenta.hay diez millones más viviendo en el exterior. w

Cerró su campaña en Mar del Plata en medio de un diluvio bíblico y completame­nte solo. No fue ni su aspirante a vice.

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FOTO: DAVID FERNÁNDEZ Sede. Yattah tiene todo un edificio “ploteado” en Santa Fe y Rodríguez Peña.

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